La única vía para evitar el dilema de la comida rápida es actuar personalmente. Esto sólo lo logra una minoría inteligente y que dispone del dinero necesario.
La única vía para evitar el dilema que supone la comida rápida es actuar personalmente. Esto sólo lo consiguen las personas que viven de una forma natural, así como una minoría inteligente que dispone del dinero necesario.
La comida basura es especialmente económica, se puede obtener prácticamente en todas partes, requiere poca o ninguna preparación, es muy rápida y fácil ("easy") de comer.
Moss, otros periodistas y diferentes científicos pronostican un incremento desorbitado del coste sanitario, sin embargo mientras esta situación no se convierta en una realidad no se tomarán las medidas pertinentes. La razón podemos buscarla en los enredos de la política.
Si quiere entender el problema al que nos enfrentamos, es MUY RECOMENDABLE que lea el apartado 2.1 La "reunión secreta" de 1999. He añadido enlaces a la Wikipedia para aquellos lectores que estén interesados en profundizar sobre el tema. Ahí también encontrará lecturas muy interesantes; algunas de ellas están en idioma inglés, lo que se indica con las palabras "enlace en inglés". De todos modos, la Wikipedia en otros idiomas diferentes del inglés suele reflejar opiniones que en general están más influenciadas por el sector industrial.
En general existe la sensación de que las normas relativas a la higiene alimentaria se encuentran bien reguladas por el Estado. Sin embargo, en este libro se nos muestra mediante ejemplos muy convincentes hasta qué punto la industria alimentaria desempeña un papel determinante. El resultado son leyes que protegen a los consumidores de una forma bastante incompleta. Y muchas veces quien tiene la última palabra es la industria de la alimentación.
Michael Moss ganó el Premio Pulitzer del año 2010 en la categoría de Periodismo de investigación (enlace en inglés). Antes de que se le otorgara este premio, había sido finalista en dos ocasiones. Durante el periodo en que estuvo escribiendo el libro, trabajó como periodista en The New York Times. También recibió el premio Gerald Loeb (enlace en inglés) por su obra "Food Safety" (enlace en inglés) y las felicitaciones por parte de la asociación de prensa Overseas Press Club (OPC). Véanse los enlaces en inglés a las páginas web de la Fundación OPC y de la OPC de los EE.UU. Además, MOSS ha trabajado en la Escuela de Periodismo de la Universidad de Columbia con el título de profesor adjunto (ambos enlaces asimismo en inglés).
Michael Moss es también el autor de:
Algunos años antes de la publicación de este libro, se editó en alemán el libro "Lügen Lobbies Lebensmittel" (véase la reseña en el enlace Mentiras, lobbies, alimentos) que describe principalmente la situación en Europa.
Las imágenes que he ido intercalando en el texto de la reseña son para hacerla más amena y para añadir algunas observaciones personales. El libro no incluye ninguna imagen. Las fotografías proceden de la Wikipedia, están tomadas por mí o son de "dominio público". Con frecuencia, los artículos de la Wikipedia no son objetivos y en ocasiones están escritos por personas que actúan en defensa de unos determinados intereses. A menudo no es posible incluir ninguna rectificación.
Pulse sobre las imágenes para ampliarlas y verlas directamente en modo presentación.
Al prólogo titulado "The company jewels" (Las joyas de la empresa) le siguen las tres partes en que está dividido el libro: "Sugar" (Azúcar; 6 capítulos), "Fat" (Grasas; 5 capítulos) y "Salt" (Sal; 3 capítulos).
El orden de las tres partes no coincide con el título. En la página 331, comienza el epílogo: "We're hooked on inexpensive food" (Estamos enganchados a la comida barata) y como es habitual en los libros norteamericanos, se incluyen numerosos agradecimientos (p. 349), indicaciones sobre las fuentes (p. 353) y notas (p. 357). A partir de la página 417, podemos consultar la bibliografía y el índice de contenidos (p. 423-446).
El pensamiento absolutamente liberal que sostiene que cada uno es responsable de sí mismo
no es válido para la mayoría de la población y esto se ve reflejado en la sociedad actual.
"Salt, Sugar, Fat" no es un libro de divulgación clásico con un hilo conductor temático lógico, sino más bien un relato. El tiempo, el espacio y los datos de la realidad aparecen completamente entremezclados como cuando se cocina un guiso con muchos ingredientes.
Salt Sugar Fat es el mejor libro que he leído hasta la fecha sobre la problemática de los platos preparados (incluidas las pizzas) y de los alimentos industriales que actualmente son tan populares.
Para todos los que no crean en la bondad de este tipo de alimentos, el libro les servirá para reafirmar sus convicciones. Sin embargo, y por desgracia, aquellas personas que sí se ven afectadas por el problema no leen este tipo de obras. Y si lo hacen, deben luchar antes contra los impulsos de su propio cerebro emocional o sistema límbico y de la amígdala cerebral (cuerpo amigdalino, emociones). Lamentablemente, la mayoría de las personas tiende a resignarse incluso antes de intentar tomar las riendas de su destino.
Moss deja bien claro que el cerebro reacciona con estímulos. La industria de la alimentación por su parte está orientada al logro del máximo beneficio y en consecuencia saca provecho de la existencia de las adicciones. En el libro se describen varios experimentos realizados con la sal que demuestran que, ya en el útero materno y durante los primeros meses después del nacimiento, es posible adquirir malos hábitos alimenticios. Pero volver al camino correcto también es posible, tal y como explica Moss en otro experimento que describe más adelante. Sin embargo, el proceso dura unos tres meses y requiere mucha fuerza de voluntad.
![]() | La revista alemana Der Spiegel trata este tema en su número 10/2013 dedicando su portada a los "Creadores de adicciones" (enlace en alemán), así como en la red con el título "Die Menschen-Mäster" (Los cebadores de humanos) y el subtítulo siguiente:
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Véase asimismo la página en alemán Lebensmittelklarheit.de.
El artículo también explica la exitosa iniciativa del semáforo informativo llevado a cabo en el Reino Unido. Consiste en añadir un campo rojo, amarillo o verde al lado de la información sobre los ingredientes como señal visual directa.
La política alemana Ilse Aigner rechazó la aplicación de esta medida y trasladó el problema al seno de la UE. Varias asociaciones y corporaciones se dedicaron a bombardear a los parlamentarios con llamadas, correos electrónicos y documentos, y lograron imponer sus pretensiones.
Se estima que la asociación de intereses de la industria de la alimentación europea, la Interessenverband Lebensmittelindustrie, destinó unos mil millones de euros para financiar esta campaña.
Cualquiera que analice los datos de los últimos años y los traslade hacia el futuro sabe lo que le aguarda a nuestra sociedad. Ahora las cartas están sobre la mesa. El verdadero problema no reside en los trastornos de la conducta alimentaria, sino en la elevada cantidad de personas que come mal. A la gran mayoría les falta no solamente información, sino también educación e ingresos.
En febrero de 2013, Robert Moodie, encargado de un estudio presentado en la publicación especializada The Lancet, hizo la siguiente observación:
La esperanza de que las multinacionales se encarguen voluntariamente de elaborar productos más saludables es equiparable a encargar a un ladrón que instale cerraduras en las puertas.
Moodie es profesor en Australia en la Universidad de Melbourne. Nuestra situación actual exige leyes y medidas correctivas, y sin embargo no son posibles dado el nepotismo existente entre la industria y la política. Para que se produzca algún cambio, el sufrimiento personal y los costes sanitarios tendrán que incrementarse aún mucho más.
Los títulos de los capítulos en el original en inglés son los siguientes:
Observaciones personales
El 19 de abril de 2013, el avión que nos iba a llevar de Richmond a Dallas tuvo que dar media vuelta cuando algo comenzó a oler a quemado. Nos vimos obligados a permanecer un día entero en el aeropuerto y fue entonces cuando leí el libro de Michael Moss. ¡Se trató de una verdadera casualidad! Mi mujer y yo habíamos pernoctado en 40 lugares distintos en los Estados Unidos y tuvimos la ocasión de conversar con muchas personas diferentes. Mi intención era emprender finalmente este proyecto divulgativo para una vida saludable y llena de actividad, siendo consciente de que existen muchas publicaciones al respecto, pero también que a menudo estas reflejan un único punto de vista, son incompletas o incluso engañosas.
Hubiese preferido que, en "Salt Sugar Fat", Moss nos hubiese presentado las diferentes historias sobre empresas y personas por separado, siguiendo una secuencia temporal o una temática determinada. Por ejemplo, se podrían haber considerado como temas de referencia la política, las influencias, las propias empresas, la investigación sobre los ingredientes, los productos, los consumidores, sus necesidades y deseos, así como los aspectos relacionados con las perspectivas futuras.
En cualquier caso, el autor no podía dividir los capítulos sobre sal, azúcar y grasas. En mi opinión "están demasiado interrelacionados". Por este motivo, mis comentarios sobre el contenido, que siguen el índice del libro, no resultan siempre fáciles de asimilar.
A pesar de su excesiva complejidad, el libro es muy interesante y proporciona una visión profunda sobre los seductores y los seducidos. Podemos observar cómo los seductores se convierten también en seducidos debido a las características propias de la conducta del ser humano. En parte irreflexivamente, de una forma consciente o inconsciente, son los causantes de los graves problemas de salud de toda una sociedad.
Michael Moss (enlace en inglés) comienza su libro describiendo una memorable reunión secreta que tuvo lugar el 8 de abril de 1999 y que reunió a los altos directivos (directores ejecutivos) más influyentes de los gigantes del sector alimentario. Algunos de estos 11 hombres empleaban conjuntamente a 700'000 trabajadores y sus empresas facturaban unos 280'000 millones de dólares.
El autor explica a continuación, en las tres partes del libro sobre el azúcar, las grasas y la sal, por qué la industria alimentaria se ve obligada a emplear estos y otros aditivos para que los alimentos se conserven mejor y para lograr, por otro lado, una mayor cuota de mercado.
Moss describe con todo detalle en varios de los apartados de su obra la forma de actuar de dicha industria en temas como investigación, desarrollo, producción, marketing y distribución. El autor mantuvo numerosas conversaciones con responsables, antiguos responsables y representantes de las autoridades y del gobierno. De este modo, Moss recopiló un gran volumen de información privilegiada y muy completa que utiliza para explicarnos un problema que nos afecta a todos.
En mi opinión, un desastre de tal magnitud se produce -de forma involuntaria pero previsible- porque el carácter del ser humano es como es. En general, faltan mecanismos de corrección que resulten fiables y la sociedad no los implementará hasta que ocurra alguna catástrofe.
Y todo ello siempre y cuando no se haya puesto en marcha alguna conspiración, porque la "naturaleza humana" funciona como funciona. Los políticos más idealistas no son conscientes de dicha forma de ser. El liberalismo total es sin duda lo más opuesto al comunismo, pero ante una gran concentración de poder en unas pocas manos produce unos resultados muy similares.
Esta interesante obra es recomendable para toda persona que lea en inglés. En este libro descubrirán historias sobre acontecimientos, conexiones y repercusiones, pero lamentablemente sin un hilo conductor que nos lleve de unas a otras.
El sinnúmero de títulos similares indica que se trata de un tema de máxima actualidad, al menos en el ámbito de los interesados por dicha cuestión.
James Behnke, que por aquel entonces contaba 55 años y pertenecía a la empresa Pillsbury, fue el organizador del encuentro. Temía que el gobierno norteamericano pudiese tomar la decisión de intervenir en el sector de la alimentación debido al fuerte incremento de las cifras de sobrepeso de la población. Asimismo, pensaba que el gobierno podía responsabilizar en el futuro a la industria alimentaria de la creciente crisis del sector sanitario.
En esta reunión sin agenda, sin actas y sin periodistas participaron los directores ejecutivos (CEO) de ocho multinacionales: Nabisco, Kraft, General Mills, Procter & Gamble, Coca-Cola, Mars, Pillsbury y Nestlé. Estos gigantes de la industria de la alimentación se enfrentaban duramente como competidores en el mercado. Ese mismo año, p. ej., General Mills había superado las cifras del fabricante de cereales para el desayuno por excelencia, la empresa Kellogg.
A la reunión también asistieron los directores ejecutivos de las dos empresas proveedoras más importantes: Cargill (EE.UU.), una empresa familiar con 134.000 millones de dólares de facturación y responsables de la compra, producción y distribución de cereales y productos elaborados con cereales, así como la compañía Tate & Lyle (Reino Unido; enlace en inglés). John Cady, de la asociación NFPA, participó solamente en la cena que se celebró a continuación. Nota: La NFPA se denomina actualmente Food Products Association (FPA; enlace en inglés).
El negocio de la sucralosa de Tate & Lyle pertenece desde el año 2010 a la American Sugar Refining Company (enlace en inglés).
La sucralosa es el nombre de marca de la tricoloro-galacto-sacarosa que es 600 veces más dulce que el azúcar y el azúcar granulado (sacarosa), pero sin calorías.
En Canadá está permitida desde 1991, en los EE.UU. desde 1999 y en la UE desde 2004.
Este sustituto del azúcar es un aditivo alimentario que aparece con el código E955 en un gran número de alimentos.
La ingesta diaria admisible (IDA) es de 15 mg por kg de peso corporal. Algunos aditivos no tienen que declararse con un código de aditivo a pesar de que no se han estudiado completamente sus posibles efectos perjudiciales.
![]() | Véanse en este sentido los aditivos dispersantes, los espesantes (la mayoría con código de aditivo E), los emulsionantes, etc. Y para más información consulte el enlace sobre los aditivos alimentarios. |
James Behnke, doctor en química, con una larga y exitosa trayectoria en Pillsbury, fue nombrado asesor especial del director ejecutivo de la empresa en 1999 y demostró su capacidad para prever futuros problemas de salud entre los consumidores. Behnke era consciente de que la industria formaba parte del problema. Algunos de sus productos alimenticios fueron concebidos en sus orígenes como meras alternativas para comidas ocasionales, pero en la lucha con la competencia llegaron a abaratarse tanto que pasaron a ocupar los puestos principales. Además, la industria de la alimentación logró desarrollar a través de sus investigaciones el denominado "punto de satisfacción óptima" ("bliss point") capaz de seducir por completo al consumidor.
Procter & Gamble (P&G, EE.UU.), fundada en 1837, es una multinacional de bienes de consumo que domina la gestión de las marcas y que no se encuentra realmente en el punto de mira. Puede decirse que P&G fue la primera empresa que introdujo la publicidad radiofónica y los primeros anuncios televisivos como instrumentos de marketing.
Asimismo, P&G patrocinó y desarrolló estrategias de comunicación modernas como los shows de radio y televisión, p. ej. la "Springfield Story" que se emitió de 1937 a 2009 y es considerada la serie de mayor duración (según el libro Guinness de los récords). La cadena RTL emitió parte de esta serie de 1986 a 1999.
Coca-Cola es el mayor productor de refrescos mundial y una de las marcas más conocidas a nivel internacional. En 1888, Asa Griggs Candler adquirió los derechos para todo el mundo del inventor John Stith Pemberton (1831-1888) y fundó la Coca-Cola Company en 1892.
Mars Incorporated es conocida por sus populares chocolatinas Mars. En 1911, Frank C. Mars comenzó a elaborar dulces con su mujer y en 1920 fundó la empresa Mar-O-Bar, que cambió de nombre en 1922 por el de Mars Incorporated (EE.UU.). En 1923 introdujo las chocolatinas Milky Way en el mercado. Su hijo, Forrest E. Mars, fabricó las primeras Mars en Inglaterra en 1932. En el año 2010, la cifra anual de negocios de la multinacional se elevaba a 28'000 millones de dólares y empleaba a 65'000 trabajadores. La revista Forbes clasificó a Mars como la quinta empresa privada más grande de los Estados Unidos. No cotizaba en la bolsa de Estados Unidos, pero sí en la de Suiza.
Nabisco (EE.UU.) pertenece hoy a Kraft, dividida a su vez en Kraft Foods Group (EE.UU.) (enlace en inglés) y Mondelēz International (EE.UU.). Mondelēz International es la tercera mayor empresa de alimentación a nivel mundial, después de Nestlé (Suiza) y PepsiCo (EE. UU.).
Nestlé S.A. es la multinacional de la alimentación más grande del mundo. En 2011, su facturación ascendió a unos 90'000 millones de dólares y cuenta con unos 330'000 empleados. Henri Nestlé (1814-1890) fundó la empresa en 1866 y en 1867 comenzó a vender leche en polvo para lactantes. En 1875 vendió su exitosa empresa a tres amigos (según leemos en la Wikipedia, junio de 2015). Sin embargo, Nestlé sólo menciona a Pierre-Samuel Roussy, su proveedor de harina, como comprador.
La Pillsbury Company había pertenecido a Diageo plc., un fabricante de cerveza y whisky que operaba a nivel internacional. La concesionaria británica Contergan (enlace en alemán) cambió así su nombre por el de Distillers Company (DCBL).
A partir de 2001, Pillsbury pasó a formar parte de General Mills, fundada en 1866 (con una facturación en 2012 de 16'700 millones de dólares).
General Mills es conocida por sus cereales para el desayuno. Según MOSS, la empresa comenzó a utilizar en 1932 el serial diario "Betty and Bob", emitido a través del canal de radio NBC, como una nueva manera de hacer marketing a través de las radionovelas.
Según la Wikipedia, las empresas Dial Corporation, Procter & Gamble, Colgate-Palmolive y Lever Brothers, pertenecientes al grupo Henkell, fueron las primeras que utilizaron actores.
Con su "Painted Dreams", se considera a Irma Phillips la creadora de este género en octubre de 1930.
Michael Mudd, que por aquel entonces era vicepresidente de Kraft, señaló el grave problema de sobrepeso que afectaba ya a numerosos jóvenes en los EE.UU. Según su opinión, no hacer nada era la peor de las estrategias porque el problema recaería finalmente sobre las empresas.
Recordó que más de la mitad de los adultos en los EE.UU. padecían sobrepeso e indicó asimismo que 40 millones podían considerarse obesos (obesidad, IMC >30).
El número de niños con sobrepeso había aumentado más del doble desde 1980 hasta 1999 y, de estos, 12 millones podían calificarse como obesos. Mudd explicó que el coste social había pasado de 40'000 a 100'000 millones de dólares y que se había incrementado considerablemente el número de personas afectadas por diabetes mellitus, cardiopatía isquémica, arteriosclerosis, infarto de miocardio, hipertensión arterial, trastornos de la bilis y del hígado, artrosis, cáncer de mama, cáncer colorrectal (cáncer de intestino) y cáncer de endometrio (cáncer del revestimiento del útero).
El sobrepeso es en la actualidad un problema mundial. Incluso en un país como China la población comienza a adoptar nuestras comidas y hábitos alimenticios. No obstante, China, comparada con el "mundo occidental", registra aún unos datos de obesidad relativamente bajos (IMC >30).
La Wikipedia, en un gráfico de 2005 sobre obesidad en 30 países (¡sin China!), nos ofrece los siguientes datos: un 3,2 % en Japón y Corea, seguidos de Suiza con un 7,7 %. En la posición número 6 aparece Austria con un 9,1 % y Alemania con un 12,9 % en la posición 17.
Los países que encabezan la lista, con más de un 20% de obesos, son Nueva Zelanda, Australia, Grecia, Eslovaquia, Reino Unido, México (24,2%) y Estados Unidos (30,6%). México podría alcanzar pronto a los EE.UU., a no ser que ya lo haya hecho.
Mudd señaló que Walter C. Willett (enlace en inglés), director del Departamento de nutrición de Harvard, ya había apuntado a la producción industrial de alimentos, en relación con las "grasas" como causa principal de obesidad. También mencionaba, entre otros, los azúcares del almidón, procedentes de productos a base de cereales calentados, y los ácidos grasos trans.
Mudd indicó el peligro que supondría que las empresas rompieran sus alianzas con la American Heart Association (AHA; Asociación norteamericana del corazón) y la American Cancer Society (ACS; Sociedad norteamericana del corazón).
Por otro lado advirtió que, aunque el Departamento de Agricultura de los Estados Unidos (USDA) recibía mucho dinero de la industria alimentaria, el problema de la obesidad podría provocar que su director acabase mordiendo la mano que le estaba dando de comer. Los alimentos y las bebidas omnipresentes, baratos, con muy buen sabor, de tamaño gigante y llenos de calorías invertían la pirámide de la alimentación recomendada por el gobierno.
Asimismo, Mudd recordó que Kelly D. Brownell (enlace en inglés), un conocido crítico de la industria de la alimentación, había señalado las conexiones existentes con la industria del tabaco (enlace en inglés). El problema de estas semejanzas era que los mismos abogados que obligaron a la industria del tabaco a pagar multas elevadas y aplicar restricciones podrían poner en su punto de mira los problemas de la obesidad.
A continuación, Mudd explicó las formas de solucionar el problema. La propia industria debería investigar la relación entre alimentación y obesidad, y limitar la adición de sal, azúcar y grasas en sus productos. Mudd también propuso cambiar las estrategias de marketing dirigidas a los niños. Para finalizar hizo hincapié en que la industria debería ser parte de la solución en lugar de ser solamente el origen del problema.
Más tarde todas las miradas se dirigieron hacia el director ejecutivo de General Mills, Stephen W. Sanger (enlace en inglés; 1946-, antes de Procter & Gamble), porque su empresa era la que más podría perder con las citadas propuestas. Sanger había impresionado al resto del sector mediante sus extraordinarios logros de ventas ("exploits") en los supermercados. Bajo su dirección, General Mills había conquistado los supermercados con sus platos preparados, es decir, con platos de "comida cómoda".
Sanger replicó enfurecido y recordó que los consumidores son veleidosos, tanto como lo son sus abogados que se parapetan en sus torres de marfil (enlace en inglés), y que todos ellos sufren sus altos y sus bajos. Los consumidores critican a veces el azúcar, después se quejan de nuevo de las grasas o de la sal, y al final casi siempre acaban comprando lo que más les gusta. Nuestra sociedad dice:
No hablemos de nutrición, sino de sabor. Y si los productos son buenos, esos son los que queremos y no otros que sepan peor.
Llegado a este punto Sanger señaló que la industria, después de cada titular negativo p. ej. el de las grasas trans, tarde o temprano conseguía recuperar de nuevo el dominio de la situación. Por eso había que avanzar con determinación y no pensaba llamar al orden a sus colaboradores. Sanger creía que sus colegas presentes en la reunión deberían hacer lo mismo. No todos se mostraron de acuerdo con sus palabras pero se sintieron cómodos con ellas. Sanger expuso su visión de un modo tan vigoroso y convincente que sus palabras pusieron el punto final a la reunión.
Posteriormente, Sanger incidió de nuevo en que su postura era la correcta. Su argumento fue el siguiente: Las empresas también ofrecen productos sustitutivos saludables
. Sin embargo, estas mismas empresas continuaron fabricando con aún más sal, más azúcar y más grasas.
El aumento de la presión del público y del entorno gubernamental logró que se realizase alguna pequeña modificación que era, sobre todo, especialmente urgente en los alimentos destinados a los niños.
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