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La mejor perspectiva para su salud

Reseña del libro "El Estudio de China" de T. Colin Campbell

El Estudio de China muestra asombrosamente qué podemos mejorar en la alimentación habitual para evitar las enfermedades de la civilización. Un libro importante.

Reseña del libro "El Estudio de China", Campbell, comer menos proteína animal previene enfermedades© CC-by 2.0, Compilation Catalina Sparleanu, PhD, Fundación Salud y Alimentación Suiza

Conclusión

Tras la “revelación”, Saulo de Tarso se convirtió en Pablo de Tarso y su pensamiento y su comportamiento se transformaron... Las pruebas contundentes que nos presentan una serie de reconocidos investigadores concluyen lo siguiente: el consumo de menos proteína de origen animal es el paso más importante para evitar las enfermedades de la civilización que se conocen. Hasta cierto punto, la alimentación también posibilita la curación.

Dado que las industrias de la alimentación y farmacéutica disponen de medios prácticamente ilimitados, e imposibilitan así de forma activa los cambios hacia una alimentación saludable, sólo se puede creer en estas afirmaciones a través de las pruebas facilitadas. La interdependencia entre economía, política, medios de comunicación y sanidad es demasiado elevada. Un buen cuento puede contarse siempre, pero la verdad precisa sensibilidad y capacidad intelectual.

1. Resumen

El autor nos describe de forma convincente cómo confiaba de niño y de joven en las proteínas de origen animal. Su tesis doctoral también apuntaba en dicha dirección. Deseaba ayudar a la humanidad a mejorar su salud abogando por un mayor consumo de carne, leche y huevos. Con esta idea trabajó varios años en Filipinas.

Durante diez años, el objetivo principal de su trabajo consistió en garantizar a través de centros educativos de autoayuda que los niños ingirieran la mayor cantidad posible de proteína de origen animal. No obstante, descubrió que ¡los niños cuyas dietas tenían la mayor cantidad de proteínas eran los que más posibilidades tenían de contraer cáncer de hígado!.

Más tarde, tuvo conocimiento de unos ensayos realizados en la India sobre grupos de ratas que mostraban resultados similares, y que no fueron considerados creíbles. Los experimentos de su propio equipo con ratones transgénicos llegaron a idénticos resultados: no son los genes los que determinan si una persona será víctima de uno de los diez motivos principales que conducen a la muerte, sino lo que come.

Opciones sanas y no saludables para cuando estás en movimiento© CC-by 2.0, Fundación Salud y Alimentación Suiza, Fundación Salud y Alimentación Suiza

Esta fue su experiencia clave:

Los resultados de los ensayos que realizó con su equipo durante 27 años, financiados por las instituciones nacionales más reputadas, fueron comprobados una segunda vez por parte de una serie de prestigiosas publicaciones científicas.

Para los investigadores resultó impactante comprobar que una dieta baja en proteínas inhibía el desarrollo del cáncer producido por la aflatoxina. Esta misma dieta reducía también el crecimiento de un cáncer ya existente.

No todas las proteínas favorecían la aparición del cáncer, pero la caseína, que representa hasta el 87 % de las proteínas de la leche de vaca, fomentaba todas las etapas del proceso cancerígeno. Las plantas, en cambio, proporcionaban proteínas no peligrosas.

Cuatro décadas de investigación biomédica, incluidos los hallazgos de un programa de laboratorio de larga duración, demuestran a través de impactantes resultados que comer adecuadamente puede salvarte la vida ­-escribe Campbell en consecuencia- y enumera los siguientes beneficios:

  • El cambio de dieta puede conseguir que los pacientes diabéticos abandonen su medicación.
  • Las enfermedades coronarias pueden revertirse mediante meros cambios en la dieta.
  • El cáncer de mama se relaciona con los niveles de hormonas femeninas en la sangre, determinadas por los alimentos ingeridos.
  • Consumir productos lácteos puede aumentar el riesgo de cáncer de próstata.
  • Los antioxidantes presentes en frutas y hortalizas promueven un mejor rendimiento mental en la vejez.
  • Los cálculos en los riñones se pueden prevenir mediante una dieta sana. La diabetes tipo 1, una de las enfermedades más devastadoras que puede sufrir un niño, está vinculada a los hábitos alimentarios infantiles.

Esta forma de pensar surgió tras la realización de un estudio global con 6'500 habitantes de un gran número de provincias en la China rural. Se trata de un estudio en el que tomaron parte dos universidades norteamericanas y una china bajo la dirección del autor de este libro el Estudio de China (The China Study Español. El libro de China no es un PDF).

Finalmente, Campbell menciona en su introducción que los límites entre política, gobierno, industria de la alimentación, empresas farmacéuticas, ciencia y medicina se han difuminado a lo largo del tiempo. Los perdedores son la justicia y la salud. Y como no se reconoce, resulta más peligroso que la corrupción.

El resultado es una ingente cantidad de información errónea por la cual el consumidor promedio estadounidense paga dos veces. En primer lugar, contribuyen a que las investigaciones se lleven a cabo mediante el dinero de sus impuestos y, en segundo lugar, pagan cuidados sanitarios para tratarse de enfermedades que se hubieran podido prevenir.

Las imágenes de esta reseña tienen como función hacer más amena la lectura y posibilitar la anotación de mis observaciones personales. El libro contiene pocas imágenes, pero numerosos gráficos. Las fotografías que he incluido proceden de la Wikipedia, son personales o son de dominio público.

Tras el prefacio y el prólogo de la edición norteamericana (se trata del mismo prólogo para la edición española, no así para la alemana que incluye un prólogo adicional de otro autor), podemos leer la introducción de T. Colin Campbell (enlace en inglés) en la que explica su trayectoria y su motivación, y en la que añade varios datos relevantes de interés.

A continuación, encontramos las cuatro partes diferenciadas del libro: El Estudio de China; Las enfermedades asociadas al bienestar económico; La guía de la buena nutrición; y ¿Por qué nunca habías oído hablar de esto?. A partir de la página 403 se incluyen tres apéndices: Preguntas y respuestas: efectos de las proteínas en estudios experimentales con ratas; Diseño experimental de El Estudio de China; y La conexión de la "vitamina" D. Y para finalizar, las Notas en la página 425 y el Índice temático a partir de la página 471.

El libro comienza con el prefacio de Howard Lyman, autor de Mad Cowboy, que expresa su respeto por Colin Campbell por su coraje y su integridad. Hace referencia a la problemática de ir en contra de la corriente principal o “mainstream”, a pesar de que las evidencias científicas estén de su parte.

Cuando un grupo de ganaderos decidió demandar a Oprah Winfrey después de que esta manifestara su intención de dejar de comer carne de vacuno, Lyman también fue otro de los acusados.

El prólogo de la edición norteamericana y española está escrito por John Robbins (enlace en inglés), autor de “Reclaiming Our Health” y “The Food Revolution”. Robbins señala:

Es más fácil encontrar una chocolatina Snickers, un Big Mac o una Coca-Cola que una manzana. Y tus hijos comen en la cafetería del colegio, donde la idea que se tiene de las hortalizas es el kétchup de las hamburguesas.

A continuación, Robbins se refiere a la vistosa revista titulada “Médico de familia: tu guía esencial para la salud y el bienestar”, que la Academia Americana de Médicos de Familia envía de forma gratuita a los médicos generalistas de los Estados Unidos. Está llena de anuncios de página entera a todo color de McDonald’s, Dr. Pepper, así como de anuncios de pudding de chocolate y galletas Oreo. Algo similar ocurre en Europa, pero probablemente de un modo más refinado. En efecto, los fabricantes de platos precocinados financian la redacción de informes (Relaciones Públicas, RR.PP.) en los que los así denominados dietistas destacan las ventajas de las sopas de sobre y alimentos congelados. Los investigadores más críticos de la Universidad de Yale lo denominan el entorno alimenticio tóxico.

Robbins define El Estudio de China como un libro sabio e inteligente y describe a su autor como una persona de gran humildad y profundamente humana. Según nos dice, siempre te revela cómo ha llegado a sus conclusiones. Por otro lado, Robbins menciona una serie de aspectos que considera importantes y de interés.

En la edición alemana del libro, el prólogo complementario lo escribe el Dr. Gunter R. Neeb, de Idstein, que practica la medicina china tradicional e imparte clases como catedrático invitado.

Neeb señala que los resultados de El Estudio de China no son fáciles de creer a tenor de los estudios epidemiológicos más importantes realizados hasta la fecha sobre el tema de la nutrición. Ni siquiera teniendo en cuenta las pruebas de los cientos de estudios secundarios citados en el libro, que resultan muy convincentes y verosímiles. El resultado es el fruto de las investigaciones efectuadas durante más de 20 años y sobre más de 10'000 sujetos de estudio.

Y añade lo siguiente: Se cita como ejemplo que los derivados lácteos, probablemente a través de la estimulación celular del IGF-1 (somatomedina C), aceleran la división de las células tumorales, y todavía hoy se recomienda a los pacientes oncológicos que combatan la pérdida de peso mediante el consumo adicional de proteínas de productos lácteos concentrados, como el queso o el yogur.

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El IGF-1 es un factor de crecimiento insulínico, también denominado somatomedina C (SM-C).

La Wikipedia indica determinados problemas relacionados con el IGF-1:
"Está ampliamente aceptado que la señalización a través de la ruta de receptores de insulina/IGF-1 es un contribuyente significativo en el proceso de envejecimiento biológico en muchos organismos. (…) La reducción de la señalización IGF-1 también se piensa que contribuye en los efectos “anti-envejecimiento” de la restricción calórica. (…) La ruta de señalización del IGF parece jugar un papel importante en el cáncer. Varios estudios han demostrado que niveles altos de IGF aumentan el riesgo de cáncer”. “Los pacientes con síndrome de Laron presentan un menor riesgo de desarrollar un cáncer”, añade la Wikipedia en su versión inglesa.

Neeb censura las “peroratas” relacionadas con estos datos de la asociación alemana de alimentación, la Deutsche Gesellschaft für Ernährung e.V., entre cuyos miembros se cuentan también representantes del sector económico. Especialmente porque los estudios demuestran que no sólo se ha detectado el factor de crecimiento insulínico IGF-1 de las vacas (IGF bovino) en la sangre humana, sino que además se incrementa la producción del IGF-1 humano debido a la caseína de la leche. Véase la siguiente reseña en relación con las consecuencias nocivas de la leche.

Asimismo, Neeb indica que las explicaciones sobre la diferencia de los efectos -según se trate de la forma activa de la vitamina D de la luz solar o de la vitamina D externa que se añade habitualmente (colecalciferol, enlace en inglés; y calcio)- sobre el cáncer de mama y la osteoporosis no aclaran nada a los consumidores. Supone que el motivo reside en el hecho de que la luz solar es gratuita y que, por lo tanto, no es un negocio para el sector industrial.

El Dr. Neeb cambió su forma de alimentarse tras la lectura del libro "El Estudio de China" por una alimentación casi vegana (incluye una cantidad reducida de pescado) y apuesta ahora por la nutrición “moderna”.

Platos veganos y vegetarianos en escaparate, Vegetarianismo Wikipedia.© Public Domain, Zeetz Jones, Wikipedia
Fotografía de Zeetz Jones
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El calcidiol (25 (OH) vitamina D3) es una prohormona que se produce en el hígado en presencia de la proteína DBP (inglés) y se convierte en los riñones en 1,25 - (OH) 2D3. La mejor manera de conocer las reservas a medio y largo plazo de vitamina D es determinar el nivel en sangre del 25 (OH) vitamina D3. El calcidiol en sangre tiene una vida media de 19 días. El nivel de 25 (OH) vitamina D3 en sangre resalta la absorción de los últimos 3 a 4 meses. En cambio, el nivel de vitamina D3 sólo muestra la de los últimos días y horas.

La luz solar es la mejor fuente para cubrir las necesidades de vitamina D de las personas. Sin embargo, esta es insuficiente en los países nórdicos. En 100 g de alimento, el arenque fresco proporciona 27 µg, el salmón 16 µg, la carne de ternera 3,8 µg, el aguacate 3,43 µg y los champiñones 1,9 µg. Para la vitamina D3 corresponde 1 UI ≙ 0,025 µg vitamina D3 ≙ 65,0 pmol. La UI es la Unidad internacional (IU, International Unit). Se trata de una preparación de referencia de una sustancia determinada en la que se fija arbitrariamente el número de UI que contiene y que se basa en sus efectos, no en la cantidad. La Organización Mundial de la Salud es la encargada de establecerla.

Observaciones personales

Todo esto resulta tan opuesto a las informaciones que recibimos de la industria de la alimentación, del gobierno, de la medicina, etc. que sólo puede aceptarse si ya se había identificado antes, o si se lee realmente el libro con las impactantes pruebas de los estudios realizados por tantos y tan renombrados científicos.

La introducción del libro abarca 10 páginas y resulta interesante por algunas de sus declaraciones, como: Sin embargo, lo científico ha quedado enterrado debajo de un montón de información irrelevante, e incluso perniciosa –ciencia basura, dietas de moda y propaganda de la industria alimentaria.

Los conocimientos que se presentan también son muy extensos

El prestigio del que disfruta su autor principal no se deriva de su libro ni de la investigación efectuada en China. Al contrario, Campbell recibió el encargo de realizar este importante y gran estudio debido a su reputación, su integridad y sus capacidades. No es posible comparar este libro con el de un autor que ha ganado fama gracias a una determinada opinión en particular, porque Campbell es una persona que goza de una elevada credibilidad profesional y humana. Su libro incluye 708 referencias de fuentes bibliográficas ordenadas según los diferentes capítulos.

Para llegar a unas conclusiones definitivas se precisan pruebas adecuadas y convincentes, por eso he redactado una reseña desacostumbradamente larga. Pero los conocimientos que se presentan también son muy extensos.

Cuando escribo el apellido Campbell me refiero a los dos autores, al padre T. Colin CAMPBELL (enlace en inglés) y a su hijo, el doctor en medicina Thomas M. Campbell II. .

En la Wikipedia inglesa encontramos una entrada sobre el Proyecto China-Cornell-Oxford que hace referencia a las instituciones participantes en el estudio.

Las reseñas de los libros "Sal, azúcar y grasas" de Michael Moss, en relación con los EE.UU., y "Mentiras, lobbies, alimentos", sobre las condiciones en la Unión Europea, tratan el problema del elevado consumo de productos terminados, como los platos preparados e incluso la comida basura, entre los lectores más jóvenes.

Puede consultar igualmente la reseña del libro "La mentira de la alimentación" sobre los aditivos en los alimentos.

Sin embargo, la mayor parte de las personas come de forma no saludable, y esto se traduce en una elevada cifra de enfermedades de la civilización, que normalmente surgen al cabo de varias décadas al igual que sucede con el tabaquismo.

Este libro, en cambio, se dirige al “consumidor occidental normal”, que probablemente crea que se alimenta de un modo saludable.

El peligro reside en que no percibimos el empeoramiento de nuestro estado de salud porque este se produce lentamente a lo largo de decenas de años. Por añadidura, nos orientamos según las consideraciones del resto de la sociedad que determinan lo que es adecuado y sano. Y así consideramos las enfermedades de la civilización como algo normal.

Calorías en alimentos de la población mundial, compárese 1961 - 2001© CC-0 1.0, Wikipedia, Wikipedia

2. Reseña

Campbell indica que ha formado parte del sistema durante casi 50 años al más alto nivel (después de todo) y describe por qué nos hallamos en la situación actual. Enumera 14 puntos importantes, entre ellos:

  • Que las sustancias químicas sintéticas presentes en el medio ambiente y en los alimentos no son las causas principales del cáncer.
  • Que los genes no son decisivos a la hora de determinar si se fallecerá por alguna de las diez enfermedades más frecuentes.
  • Que depositamos la esperanza en fármacos altamente efectivos (no siempre remedios que curan) y olvidamos las soluciones eficaces.
  • Que el control obsesivo de la ingesta de nutrientes, p. ej., los ácidos omega 3, no conducen a una buena salud.
  • Los suplementos vitamínicos y de nutrientes no ofrecen protección a largo plazo contra las enfermedades.
  • Los fármacos y la cirugía no curan las enfermedades que matan a la mayoría de los americanos.
  • Probablemente tu médico desconoce lo que debes hacer para estar lo más sano posible”. (P. 2).

Cuatro décadas de investigación biomédica y los hallazgos de programas de laboratorio implementados durante largos años demuestran con resultados sorprendentes que una alimentación adecuada puede salvarte la vida –escribe Campbell y continúa:

El cambio en la dieta puede conseguir que los pacientes diabéticos abandonen su medicación. Las enfermedades coronarias pueden revertirse mediante meros cambios en la dieta. El cáncer de mama se relaciona con los niveles de hormonas femeninas en la sangre, determinadas por los alimentos ingeridos.

Consumir productos lácteos puede aumentar el riesgo de cáncer de próstata. Los antioxidantes presentes en frutas y hortalizas promueven un mejor rendimiento mental en la vejez. Los cálculos en los riñones se pueden prevenir mediante una dieta sana. La diabetes tipo 1, una de las enfermedades más devastadoras que puede sufrir un niño, está vinculada a los hábitos alimentarios infantiles. (P. 3).

Una buena dieta es el arma más poderosa para combatir las enfermedades

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En base a mis propias experiencias con otras personas que decidieron modificar sus hábitos alimenticios, con mi mujer y conmigo mismo, puedo constatar la veracidad de los dos primeros y del cuarto de los puntos citados. Sería "tan sencillo". "Demasiado sencillo", replicaría no obstante la mayor parte de los médicos.

Detrás de esta reacción no se esconde en general la idea de que con ello no se gana dinero sino el desconocimiento. Los estudios de medicina no proporcionan unos conocimientos profundos sobre la nutrición. Por otro lado, los médicos suelen estar claramente influenciados por la industria de la alimentación.

Un médico consciente de sus responsabilidades, y que haya leído "El Estudio de China" o bien esta reseña, debería explicar al menos a sus pacientes lo que podrían hacer por su cuenta. Se trataría de un adyuvante en el tratamiento. Si, a pesar de todo, los pacientes no desean actuar en consecuencia, el médico habrá hecho todo lo posible.

Los resultados de cientos de estudios demuestran que una buena dieta es el arma más poderosa para combatir las enfermedades –señala "El Estudio de China".

Campbell nos explica por qué la información errónea, e incluso la desinformación, se mantienen con tanta insistencia. La mitad de los estadounidenses sufre problemas de salud que requieren una receta semanal de fármacos y cien millones de norteamericanos presentan altos niveles de colesterol.

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En mi opinión, creo que también nos enfrentamos a una situación similar en Europa. Este tipo de libro no llega a manos de la mayor parte de la población. Ni siquiera su información llega a la mayoría de los ciudadanos. Y si llegase, lo habitual sería negarla. Así, la información alcanza tan sólo a un parte muy reducida de la sociedad. Lo fundamental es que el lector sienta la necesidad de leer un libro de estas características, se trataría, haciendo un símil con el derecho, de una “obligación de entrega” en lugar de una “obligación de dar”. En cualquier caso, mi intención es contribuir a su difusión.

Vacas en una gadaneria intensiva, carrusel de ordeño, procesamiento posterior© CC-by 2.0, Fundación Salud y Alimentación Suiza, Wikipedia - Elmist, Gunnar Richter, Mattinbgn

Transformación personal

Campbell escribe en la página 4: Me limité a comer lo mismo que todo el mundo: lo que me decían que era bueno. Todos comemos lo que nos parece sabroso y práctico o lo que nuestros padres nos enseñaron a preferir.

Se crió en una granja de vacas lecheras y la producción de leche formó parte de su vida. Su tesis doctoral en la Universidad de Cornell versó sobre los mejores métodos para lograr un crecimiento más rápido de los carneros y corderos. Pretendía ayudar a la humanidad a mejorar su salud mediante el fomento del consumo de una mayor cantidad de carne, leche y huevos.

Fue el último estudiante de doctorado del profesor Clive Maine McCay (1898-1967) (enlace en inglés). Clive McCay era famoso por sus ensayos sobre ratas que recibían menos alimentos de lo que era habitual. Estas ratas desarrollaban una vida más activa y longeva en comparación con las ratas que podían comer a voluntad. Lo mismo pudo comprobarse en los ensayos que se realizaron sobre perros. McCay falleció víctima de una grave enfermedad.

A continuación trabajó en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) investigando las causas de la muerte de millones de pollos –debido a una sustancia química tóxica desconocida presente en sus alimentos– y descubrió que la razón era la dioxina (policlorodibenzofuranos y policlorodibenzodioxinas), probablemente la sustancia química más tóxica.

Véase asimismo la inquietante historia del desastre de Séveso y lo que ocurrió en este sentido en Ucrania y con Víktor Yúschenko. Así es y así funciona el ser “humano”.

Tras dejar el MIT, se dedicó a investigar la prevalencia inusualmente elevada de cáncer de hígado primario entre los niños de Filipinas. Durante diez años, el objetivo principal de este programa de cooperación al desarrollo fue establecer centros educativos de autoayuda para asegurar la ingestión de una mayor cantidad de proteínas de origen animal entre la población infantil. Sin embargo, descubrió que

¡los niños cuyas dietas tenían la mayor cantidad de proteínas eran los que más posibilidades tenían de contraer cáncer de hígado!. (P. 6).

En esta tesitura, llegó a su conocimiento la existencia de una serie de ensayos con grupos de ratas en la India. Se les administraba una sustancia cancerígena, la aflatoxina. Uno de los grupos obtenía un 20 % de proteínas en los alimentos y el otro solamente un 5 %, ambos con la misma cantidad de aflatoxina. ¡El grupo de ratas con un 5 % de proteínas en la dieta no presentó ningún caso de cáncer! Se trataba de una información que contradecía todo lo que había aprendido antes. Este hallazgo herético se convirtió en la experiencia crucial de su vida.

Los resultados de sus posteriores ensayos durante 27 años, financiados por importantes instituciones norteamericanas, fueron revisados una segunda vez antes de aparecer en algunas de las mejores publicaciones académicas.

Lo que descubrió fue impactante para la comunidad científica: una dieta baja en proteínas inhibía el desarrollo del cáncer cuando se administraba aflatoxina. Además, una vez iniciada la enfermedad, conseguía bloquear notablemente su evolución.

Determinadas proteínas no fomentaban el cáncer, pero la caseína, que supone el 87 % de las proteínas de la leche de vaca, favorecía todas las fases del proceso cancerígeno. Las proteínas seguras eran las vegetales.

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De nuevo puedo constatar estos descubrimientos a partir de mi propia experiencia y de la de otras personas. Me pronosticaron una esperanza de vida, en el año 1978, de 2,6 años. Para un plazo tan breve no deseaba someterme a operaciones quirúrgicas ni tampoco a una quimioterapia, sino intentar una posibilidad diferente mediante un cambio total en mi estilo de vida.

La justicia y la salud se quedan en la estacada

Campbell concluye indicando que los límites entre política, gobierno, industria de la alimentación, empresas farmacéuticas, ciencia y medicina se han difuminado con el transcurso del tiempo. En el mejor de los casos forman una mescolanza de objetivos que tratan de obtener beneficios económicos y promover el bienestar de la sociedad.

La justicia y la salud se quedan en la estacada. Y como los problemas son mucho más sutiles que la corrupción, también resultan mucho más peligrosos.

El resultado es una ingente cantidad de información errónea por la cual el consumidor promedio estadounidense paga dos veces. En primer lugar, contribuyen a que las investigaciones se lleven a cabo mediante el dinero de sus impuestos y, en segundo lugar, pagan cuidados sanitarios para tratarse de enfermedades que se hubieran podido prevenir. (P. 9).

El Estudio de China

En realidad son las 46 páginas del capítulo “Lecciones de China” las que corresponden a lo que se conoce como "El Estudio de China". En las páginas anteriores, obtenemos información interesante sobre cómo Campbell llego a transformarse, haciendo referencia a un símil bíblico, de Saulo en Pablo, un cambio tan radical que pocas personas son capaces de realizar. El resto de esta primera parte se centra en los descubrimientos de "El Estudio de China" y los motivos por los que aún no se ha llegado a un cambio de hábitos en la práctica.

2.1. Los problemas que afrontamos, las soluciones que necesitamos (p. 13)

Campbell ilustra a través de varios gráficos que un hombre tiene un 47 % de probabilidades de desarrollar cáncer y una mujer un 38 %. El índice de mortalidad por este motivo se incrementó, en lugar de disminuir, entre los años 1972 y 1992, y cabe destacar un aumento del número de obesos (IMC=>30), entre 1976 y 1999, en más del doble. Sólo el coste económico anual de la diabetes se cifra en aproximadamente unos 100'000 millones de dólares. Asimismo señala que los recientes descubrimientos confirman que la enfermedad cardíaca se puede prevenir e incluso revertir mediante una dieta sana. (P. 17).

Paralelamente, los costes de la asistencia sanitaria se disparan. En los Estados Unidos alcanzaron más de un billón de dólares en el año 1997, es decir, 1'000'000 de millones de dólares ó 3'912$ per cápita. Esta cifra representaba más del doble del gasto sanitario de Japón (1.760$ per cápita), el país con mayor esperanza de vida, exceptuando países pequeños como Mónaco. En el caso de Alemania, el gasto ascendía a 2'364$ por persona.

Comparando con los datos de la OCDE del año 2009, los gastos sanitarios (enlace en alemán) per cápita ascendieron en los EE.UU. a 7'290$, en Alemania a 3'588$, en Austria a 3'763$ y en Suiza a 4'417$.

Los costes también se incrementaron considerablemente en relación con el Producto Nacional Bruto (PNB) y alcanzaron un 16 %, en el año 2009, en los EE.UU. Precisamente es en este país en donde se prevé que continúen creciendo más rápidamente.

Ataque cardíaco y dieta Atkins

Campbell relata brevemente su juventud en la granja, el ataque cardíaco que sufrió su padre a los 61 años y su fallecimiento a los 70 por una obturación de la arteria coronaria.

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Dicho sea de paso, el Dr. Robert Atkins –el creador de la dieta Atkins basada en el consumo de carne– vivió solamente un año más que el padre de Campbell. Falleció en 2003, a los 70 años de edad, como consecuencia de un ictus. Según la Wikipedia, Atkins presentaba una largo historial de enfermedades, entre ellas, un infarto de miocardio, insuficiencia cardíaca e hipertensión arterial. Su profesión: ¡cardiólogo!

La primera moda de promesas para perder peso de los años 1970

Campbell nos recuerda la primera moda de promesas para perder peso de los años 1970 que comenzó con los batidos de proteínas. En muy poco tiempo fallecieron unas 60 mujeres a causa de dicha dieta (esperanza de vida). Posteriormente surgieron recomendaciones similares, como la dieta del Dr. Atkins, la “Protein Power” (el poder de la proteína) o la dieta “South Beach” (enlace en inglés), etc., que condujeron a trastornos de salud muy peligrosos. (P. 22).

El autor cita, como ejemplos adicionales de dietas sin sentido, que afectan al consumidor preocupado por una mejor alimentación, la “dieta anti-azúcar” (Sugar Busters), la “revolucionaria dieta de la zona” (The Zone) o los “grupos sanguíneos y la alimentación” (Eat Right for your Type). Se lamenta, por otro lado, que los investigadores tiendan a centrarse en los detalles –como en los componentes alimenticios extremadamente específicos– ignorando el contexto general.

Las consecuencias son las contradicciones (falsabilidad), las dietas de moda sin sentido (Food faddism; enlace en inglés) y la confusión entre los consumidores.

En su opinión, estas dietas de moda y el énfasis puesto en determinados componentes alimenticios, p. ej., la vitamina E o los suplementos de calcio, representan lo peor de la medicina, la ciencia y de los medios de comunicación populares.

T. Colin Campbell resalta lo siguiente: Para demostrar que merece la pena llevar una dieta vegetariana, no me basé en ideas preconcebidas, filosóficas o cualquier otra clase de ideas. Al contrario, comencé en el extremo opuesto del espectro: como un individuo criado en una granja lechera al que le encantaba comer carne, en mi vida personal, y como un científico que trabajaba para instituciones oficiales en mi vida profesional. Y cuando enseñaba bioquímica nutricional a alumnos que aspiraban a ser médicos, solía lamentarme de las opiniones de los vegetarianos. (P. 24).

Autoevaluación, peso ideal en el futuro, IMC> 30 - cuota por país en 2006© CC-by 2.0, Fundación Salud y Alimentación Suiza, Wikipedia

Campbell explica que las conclusiones de dichos estudios se enfrentan a una oposición evidente. Dado que la mayoría de los médicos no cuenta con los suficientes conocimientos en este ámbito, les resulta difícil o imposible aceptarlas, a pesar de que

existe actualmente una clara evidencia de que los problemas cardíacos, ciertos tipos de cáncer relativamente avanzados, la diabetes y algunas enfermedades degenerativas se pueden revertir mediante la dieta.

Yo también suelo escuchar una y otra vez en boca de los médicos o de personas enfermas que una determinada enfermedad se debe a la genética. Es evidente que la predisposición genética desempeña un papel decisivo, pero también es cierto que: Sabemos ahora que podemos evitar las enfermedades “genéticas” aunque tengamos el gen (o los genes) responsable(s) de ellas. (P. 26).

Deportistas de talla mundial

Una forma adecuada de alimentación no sólo impide o previene las enfermedades, sino que además fomenta la salud y el bienestar físico y mental.

Campbell cita algunos deportistas de talla mundial, como el “Hombre de AceroDave Scott, los atletas Carl Lewis (vegano desde el año 1990) y Edwin Moses, la gran tenista Martina Navratilova, etc. También menciona a la maratonista de 68 años Ruth Heidrich. Incluyo a continuación los enlaces a la Wikipedia en idioma inglés porque ni en la alemana ni en la española se menciona que ambos deportistas son vegetarianos: Edwin Moses, Martina Navratilova. Asimismo, Ruth Heidrich aparece en la interesante lista de veganos famosos (igualmente en inglés).

Hace un siglo, el profesor Russel Henry Chittenden (1856-1943) (enlace en inglés) investigó sobre seres humanos en la Universidad de Yale si una dieta exclusivamente vegetariana afectaba a los rendimientos físicos. Obtuvo los mismos resultados que el autor en sus ensayos sobre ratas.

Este último llega también a la conclusión de que menos personas se verían obligadas a permanecer hospitalizadas durante sus últimos años de vida, librando largas y costosas batallas contra sus enfermedades crónicas. Su idea principal puede resumirse así:

Es hora de (…) asumir el control de nuestra propia salud. (P. 28).

2.2. Una casa de proteínas (p. 29)

Desde que, en 1839, el químico holandés Gerardus Johannes Mulder (enlace en inglés) descubriera que la proteína contiene nitrógeno, esta ha ocupado el lugar del más sagrado de los nutrientes. La palabra “proteios” significa también “prominente”. En el siglo XIX, la proteína se consideraba como un sinónimo de carne o de alimentos de origen animal. Este mito perdura aún, inclusive entre los médicos.

El fisiólogo alemán Carl von Voit (1831-1908) (enlace en inglés) descubrió que los seres humanos sólo necesitaban 48,5 g de proteínas al día, pero recomendó una ingesta de 118 g. Pensaba que demasiado de algo bueno nunca podía ser excesivo. ¡Qué manera de negar por ignorancia las leyes más básicas de la naturaleza!

El mito de las proteínas

Varios de los estudiantes de Carl von Voit siguieron sus recomendaciones sin ningún tipo de consideración crítica, entre ellos W. O. Atwater (1844-1907), director del laboratorio del USDA, que recomendó a su vez la ingesta de 125 g diarios. En la actualidad, la cantidad que se propone se cifra en menos de la mitad. Max Rubner (1854-1932) (enlace en inglés) opinaba que el consumo de mucha carne “era el derecho del hombre civilizado”.

Campbell señala que las proteínas son necesarias para la vida y que una vez digeridas nos proporcionan los imprescindibles aminoácidos, que no son solamente necesarios para la formación de las nuevas células. El autor explica que en la euforia que se desató en el pasado por la calidad de la proteína, es decir, por una composición lo más parecida a la humana, la consecuencia lógica hubiese sido consumir carne humana. Naturalmente, como no podemos comportarnos como caníbales, buscamos las proteínas en los animales.

Los investigadores han puesto de relieve desde hace unos años que la proteína de origen animal –considerada como la mejor calidad de proteína (valor biológico) hasta la fecha– no es la que lleva aparejada una mejor salud, al contrario.

Durante más de cien años hemos estado atrapados en este lenguaje engañoso.

Así menciona el autor que existe una montaña de investigaciones muy persuasivas que demuestran que las proteínas vegetales de “baja calidad” –que son las que producen una síntesis lenta pero constante de nuevas proteínas– constituyen el tipo más sano de proteína (...).

Sabemos ahora que, a través de sistemas metabólicos muy complejos, el cuerpo humano puede obtener todos los aminoácidos esenciales de la variedad natural de proteínas vegetales ingerida cada día. (P. 34).

Como es lógico, los occidentales trataron de ayudar a las personas hambrientas de los denominados países en vías de desarrollo fomentando su consumo de proteínas. El autor nos relata cómo el profesor Charlie Engel (1912-2007; su nombre real era Ruben W. Engel; ambos enlaces en inglés), que entonces era el director del Departamento de Bioquímica y Nutrición en el Virginia Tech, le invitó a participar en 1967 en un programa que consistía en “educar a las madres” en Filipinas.

Cacahuetes, aflatoxina y cáncer de hígado

Como defensor convencido del consumo de carne, Campbell aspiraba a proporcionar dicha educación a las madres de los niños malnutridos, en calidad de coordinador del campus en Filipinas, y no le importó pasar largas temporadas durante años en aquel país.

Los cacahuetes sirvieron como fuente de proteínas. Sin embargo, se demostró que producían cáncer hepático debido al contenido de aflatoxina presente en la crema de cacahuete. El fruto de calidad se vendía como cacahuete y presentaba unos índices de aflatoxina considerablemente menores, pero los que estaban enmohecidos se destinaban a las fábricas para producir crema de cacahuete.

Consumir crema de cacahuete se consideraba algo occidental y solamente las familias económicamente más favorecidas podían permitirse aquel “alimento especialmente saludable” para sus hijos. Esos niños fueron los que más cáncer de hígado padecieron, una enfermedad que en nuestros países no aparece antes de los 40 años.

Al mismo tiempo se realizó en la India un estudio comparativo sobre ratas para analizar la relación entre cáncer de hígado y proteína ingerida. Un grupo de ratas obtenía un 5 % de proteína y el otro grupo un 20 % para una misma cantidad de aflatoxina. Todas las ratas que recibieron alimentos con un 20 % de proteínas desarrollaron cáncer hepático o alguna de las lesiones celulares que anuncian la enfermedad, sin embargo ninguna de las ratas del otro grupo presentó síntomas. Nadie parecía aceptar el informe de la India.

El autor se encontró en un vuelo con un antiguo colega del MIT, el profesor Paul Newberne, que se había dedicado a estudiar el papel de la nutrición en relación con el desarrollo del cáncer. Este rechazó categóricamente los resultados de dicho informe y afirmó que lo contrario tenía que ser cierto.

Nos explica a continuación que las “pruebas científicas” tienen diferentes efectos según se trate de la física, la medicina o la investigación de la salud (enlace en alemán).

Pruebas científicas

Para la pregunta “¿caerá un balón cuando se arroja al aire?” tenemos una respuesta cien por cien correcta. Para la cuestión sobre si un fumador con un consumo de cuatro cajetillas diarias contraerá cáncer de pulmón, la respuesta sólo puede ser “posiblemente”. Las estadísticas ofrecen porcentajes, pero no establecen un pronóstico seguro para una persona –determina Campbell.

Después se centra en las diferentes estrategias y posibilidades de las investigaciones. En la mayoría de los casos, los investigadores corroboran o desestiman las hipótesis a través de comparaciones, medidas y observaciones. La correlación y la causalidad son los temas decisivos. El Estudio de China se asienta sobre la relación causa-efecto, es decir, sobre la causalidad. Y lo hace desde un punto de vista global. Así, el objetivo consistía en comprobar si existían patrones de asociación para las diferentes características de la dieta, del estilo de vida y de la enfermedad de 130 poblaciones y 6'500 adultos con sus familias en 65 condados. (P. 43).

El autor resalta la importancia de encontrar las razones causales. Por ejemplo, en los países con más postes telefónicos hay mayor incidencia de enfermedades cardíacas. Se trata de una correlación positiva, pero no de una causalidad porque no hay relevancia. Los postes telefónicos no son una condición previa.

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Rara vez conocemos el decisivo trasfondo de este tipo de estudios o meta-estudios. Especialmente cuando existe una fuerte representación de la industria, el resultado resulta problemático. Puede estar usted casi seguro de que lo que se publica en los periódicos sensacionalistas, en las revistas de consumidores, etc. proviene de los ámbitos con intereses económicos y que solamente podemos ver una de las caras de la moneda.

En "El Estudio de China" hay más de 8'000 correlaciones estadísticamente significativas. La significación estadística resulta de gran importancia. Cuando una investigación demuestra con un 95 % de probabilidades que los resultados obtenidos no se deben al azar, entonces el hallazgo es estadísticamente significativo. Con un 99 % de probabilidades se considera estadísticamente muy significativo. Conocer los mecanismos de acción refuerza la evidencia. De este modo, los resultados de otras investigaciones pueden incrementar o disminuir la fiabilidad de un hallazgo. Los meta-análisis obtenidos de múltiples estudios consiguen un incremento potencial de la seguridad.

Los mayores peligros se encuentran en las proteínas animales,carne, huevos, productos lácteos, pasta© CC-by 2.0, Fundación Salud y Alimentación Suiza, Wikipedia, Evan Amos

2.3. Detener el desarrollo del cáncer (p. 47)

El autor describe mediante el caso del Alar –un regulador del crecimiento (enlace en alemán) con el que antes se pulverizaba los cultivos– la reacción de pánico de los norteamericanos ante las sustancias cancerígenas. A continuación enumera otros carcinógenos como el DDT, los nitritos o los edulcorantes artificiales.

Cómo surgen este tipo de publicaciones científicas

Explica cómo surgen este tipo de publicaciones científicas.

Un caso ilustrativo es el de los ensayos de laboratorio sobre ratas con la nitrosamina NSAR (N-nitrosarcosina). El grupo de ratas que recibió la dosis “baja” de NSAR ingirió una cantidad similar a la que usted obtendría comiendo 270.000 bocadillos, preparados con medio kilo de mortadela cada uno, durante 30 años.

Sin embargo, cuando se publicaron los resultados de los ensayos, la alarma fue tan grande que el activista pro derechos de los consumidores Ralph Nader llegó a afirmar que los perritos calientes se encontraban entre los misiles más mortales de los Estados Unidos.

Campbell pasa a explicar las tres etapas del cáncer (carcinogénesis): inicio (también en la peroxidación lipídica), desarrollo y propagación (metástasis). Los cuatro pasos de la etapa inicial del cáncer nos los muestra mediante una ilustración muy clarificadora. La aflatoxina se introduce en la célula hepática. Esta es metabolizada por una enzima que la convierte en un producto peligroso y ataca el ADN de la célula formando complejos de carcinógenos-ADN. En la mayoría de los casos, los aductos carcinógenos del ácido desoxirribonucleico (ADN) se reparan, pero si no sucede así las células mutadas comienzan a multiplicarse.

El objetivo de uno de sus ensayos consistía en estudiar la enzima MFO (enlace en inglés), oxidasa de función mixta, que es una enzima muy compleja capaz de metabolizar diferentes sustancias químicas como catalizadora. Paradójicamente, ayuda tanto a desintoxicar como a activar la aflatoxina en metabolitos de aflatoxina. La mera modificación de la cantidad de proteínas ingerida transforma considerablemente la actividad enzimática (actividad catalizadora).

Una menor ingesta de proteínas reducía de manera notoria la formación inicial de un tumor

Los experimentos de Rachel Preston demostraron que con un consumo de un 5% de proteínas de la leche (caseína) en el total de la alimentación, en lugar de un 20%, los aductos ADN-aflatoxina disminuían notablemente. Los resultados fueron los siguientes: Una menor cantidad de aflatoxina penetraba en la célula; las células se multiplicaban más lentamente; en el complejo enzimático se producían múltiples cambios que reducían su actividad; la cantidad de componentes esenciales de las enzimas relevantes se reducían; se formaban menos aductos ADN-aflatoxina. Conclusión: Una menor ingesta de proteínas reducía de manera notoria la formación inicial de un tumor. (P. 59).

Estos hallazgos confirmaban los resultados del estudio de la India que no fueron tomados en serio. Scott Appleton y George Dunaif realizaron una investigación sobre los focos cancerosos, es decir, los pequeños grupos microscópicos de células consideradas precursoras de los tumores. Descubrieron que, a pesar de una dosis varias veces más elevada de aflatoxina, con un 5 % de proteínas los focos se desarrollaban sustancialmente menos que con un 20 % de proteínas y menor cantidad de aflatoxina.

Los estudios de Linda Youngman demostraron que el desarrollo posterior de los focos se podía cambiar modificando la cantidad de proteínas consumidas.

Un proceso cancerígeno detenido mediante un menor consumo de proteínas puede desarrollarse posteriormente si se incrementa dicho consumo, sin necesidad de ingerir aflatoxina.

Los focos funcionan en este sentido como una memoria. Con un contenido en la dieta por encima del 10 % de proteínas, el desarrollo de los focos aumentaba drásticamente a medida que se incrementaba el porcentaje de proteínas. El profesor japonés que les visitó más adelante en el laboratorio, Fumiyiki Horio, llegó a los mismos resultados.

Un 10 % de proteínas es una cifra considerablemente superior a la cantidad que necesita un ser humano, pero este porcentaje cubre también todas las excepciones que pueden darse de un individuo a otro. Por encima de un 10 %, los efectos son perjudiciales.

Sin embargo, los norteamericanos consumen entre un 15 y un 16 % de proteínas. Por ejemplo, un filete de costilla "T-bone" o "Porterhouse" de 45 g contiene alrededor de 13 g de proteínas.

T-bone steak en comparación con Porterhouse Steak© CC-by 2.0, Fundación Salud y Alimentación Suiza, Wikipedia, Thiago R. Ramos

Después de estos hallazgos, Campbell encargó a David Schulsinger que investigara si la proteína vegetal producía los mismos efectos. No: la proteína de origen vegetal no favorece el cáncer, en cambio la proteína de la leche de vaca sí lo hace.

Evidencias experimentales

Los mismos resultados se obtuvieron con cánceres ya desarrollados. El crecimiento se redujo entre un 35 y un 40 % con dosis reducidas de proteína de la leche. Si los animales recibían un 5% de proteína sobrevivían hasta una edad avanzada sin cáncer, a pesar de recibir cantidades elevadas de aflatoxina, y esto ocurría en un 100 % de los casos. Todos los que recibieron un 20% de proteínas de la leche murieron. Evidentemente, en el libro se describen estos ensayos de forma mucho más extensa y detallada.

Las personas con una infección crónica producida por el virus de la hepatitis B (VHB) presentan entre 30 y 40 veces más riesgo de desarrollar un cáncer de hígado (en el original en inglés "entre 20 y 40 veces", p. 69).

Para estudiar el mecanismo por el cual este virus causa cáncer hepático, los investigadores trabajaron con ratones transgénicos cuyo hígado contenía dicho virus. Campbell encargó a su alumno Jifan Hu, al que posteriormente se unió el doctor Zhiqiang Cheng, el estudio de este cáncer en los ratones. Ambos trabajaron con dos “razas” diferentes de ratones transgénicos. La caseína produjo los mismos resultados. Los detalles de estos ensayos se pueden consultar en la página 71 del libro, incluidas las fotografías de los tejidos. Más adelante, el autor explica por qué estos resultados son especialmente relevantes para el ser humano.

Tom O’Connor y Youping He investigaron los efectos de la proteína derivada del pescado, de las grasas de la dieta y de los carotenoides en relación con el desarrollo de cáncer de hígado y de páncreas, y determinaron que la nutrición era mucho más importante para controlar el desarrollo del cáncer que la dosis inicial del carcinógeno administrado.

La gran cuestión era saber si las evidencias experimentales logradas en animales podían considerarse generales y aplicables a los seres humanos. Faltaba una gran investigación con personas. El doctor Junshi Chen de China lo hizo posible en el año 1980. De ahí surgió más tarde "El Estudio de China".

La conclusión de estos estudios fue que los nutrientes incluidos en los alimentos de origen animal aumentaban el desarrollo del tumor mientras que los nutrientes de los de origen vegetal reducían su evolución. Otros equipos de científicos llegaron a idénticos resultados en sus investigaciones sobre la relación entre cáncer de mama y diferentes carcinógenos. (P. 74).

2.4. Lecciones de China (p. 76)

En 1973, al primer ministro de China, Zhou Enlai (1898-1976), le fue diagnosticado un cáncer. En esta tesitura decidió poner en marcha un estudio a nivel nacional sobre la incidencia de 12 tipos diferentes de cáncer en más de 2.400 condados chinos y 880 millones (96 %) de sus habitantes. Se trataba del proyecto biomédico más ambicioso jamás realizado, en el que participaron 650'000 personas. El resultado final fue un atlas que mostraba enormes diferencias en relación con el cáncer según las regiones y los estilos de vida. En algunas zonas existían índices de cáncer 100 veces superiores a los que se daban en otras regiones. En los Estados Unidos la relación es solamente de 1 a 3 según los estados. En cifras totales, la incidencia del cáncer en China era considerablemente menor que en los Estados Unidos.

El Estudio de China marcaba un hito

Campbell resalta la talla excepcional del equipo que participó en un estudio que se realizó de forma conjunta, es decir, "El Estudio de China": el doctor Junshi Chen, director adjunto del mejor laboratorio estatal de investigación sobre dieta y salud de toda China; Junyao Li, uno de los autores del estudio del atlas del cáncer; Richard Peto de la Universidad de Oxford (Reino Unido), considerado uno de los más prestigiosos epidemiólogos del mundo; y T. Colin Campbell, como director del proyecto.

El equipo tuvo acceso a los datos sobre mortalidad de más de cuatro docenas de enfermedades, como diferentes tipos de cáncer, enfermedades cardíacas, infecciosas, etc. Realizaron pruebas de sangre y de orina a 6'500 adultos, así como mediciones directas de todos los alimentos que consumían las familias durante tres días.

Asimismo, el equipo analizó muestras de alimentos de los mercados de todo el país. Los condados seleccionados para el estudio se encontraban en las zonas rurales –con el fin de estudiar a personas que, en general, habían vivido en la misma región y que mantenían unos mismos hábitos alimenticios– y esta decisión otorgó un valor excepcional al estudio. Este logró establecer más de 8'000 asociaciones estadísticamente significativas entre las variables estilo de vida, dieta y enfermedad. (P. 80).

Las diferencias en el patrón alimentario también eran muy elevadas dentro de China y en relación con los promedios de las diferentes regiones. Se trataba de un factor relevante a la hora de establecer los efectos de la dieta y la correlación con las enfermedades de un modo significativo. Así, por ejemplo, las cantidades de betacarotenos en sangre se multiplicaban por nueve, los lípidos en sangre (lipoproteínas) por tres, la ingesta de grasas por seis y el colesterol en sangre casi se duplicaba.

Los medios de comunicación consideraron que El Estudio de China marcaba un hito. . Los investigadores compararon unas dietas más o menos basadas en alimentos vegetales, pero todas ellas mucho más ricas en vegetales que las formas de alimentación occidentales. Por el contrario, los estudios occidentales establecían comparaciones sólo entre dietas occidentales, es decir, con mayor o menor porcentaje de proteínas de origen animal, pero siendo este porcentaje siempre elevado.

Si en Occidente, la mayoría de nuestras enfermedades se derivan de la riqueza, en China procedían de la pobreza y son muy diferentes del cáncer, la diabetes y las cardiopatías. En el caso de no tratarse, conducen a una esperanza de vida inferior a la de los occidentales.

Las diferencias entre los hábitos alimenticios en China y en los Estados Unidos son enormes. La población rural china, que efectuaba un mayor trabajo físico, ingería para un peso medio estándar de 65 kg 2'641 kcal/día. En los EE.UU. la media se situaba en 1'989 kcal/día. Para un peso promedio norteamericano de 77 kg alcanzaba así 2'400 kcal/día y para un chino de 77 kg unas 3'000 kcal/día.

Plato de arroz al curry y hojas de pata de ganso en comparación con el oeste© CC-by 2.0, Fundación Salud y Alimentación Suiza, Wikipedia, Xufanc

Campbell escribe lo siguiente:

Jamás he pretendido gozar de buena salud con la esperanza de ser inmortal. Tener buena salud significa ser capaz de disfrutar plenamente del tiempo que disponemos. Quiere decir gozar del mejor estado posible a lo largo de nuestra vida y evitar penosas y prolongadas batallas con la enfermedad. (P. 83).

Al cotejar los motivos de fallecimientos –realizando comparaciones estandarizadas por edad– entre países industrializados y no industrializados, se observa que las cardiopatías coronarias y el cáncer de mama son más frecuentes en Occidente. Estas “enfermedades occidentales” son las que el autor denomina enfermedades derivadas de la extravagancia nutricional.

Colesterol

Existen dos categorías principales de colesterol. El que se produce por síntesis propia, que cubre las necesidades de la persona, y el que se ingiere a través de alimentos de origen animal. En general, las tasas de colesterol son considerablemente menores si no hay ingesta de alimentos de origen animal. El nivel de colesterol es un extraordinario indicador de cardiopatías futuras.

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La biosíntesis del colesterol se produce en el hígado, pero también en el intestino y la piel (a través de eucariontes) a partir de sustancias simples. El libro “Taschenatlas der Ernährung” (Atlas de bolsillo de la nutrición) de Biesalski/Grimm menciona lo siguiente:

"Cuando la ingesta de colesterol es reducida, algo que se produce solamente con un régimen dietético estricto, la aportación de colesterol procedente de los alimentos en relación con el colesterol total es muy bajo (…) y supone (…) sólo un 10-15 % de la cantidad diaria. Al mismo tiempo, el nivel de colesterol en plasma y los receptores de LDL (responsables de la absorción celular) se mantienen en un 'steady state' ". (Estado de equilibrio).

"Existe en realidad un subgrupo de la población (aprox. un 20-25 %) que reacciona de forma “patológica” ante el colesterol exógeno".

El proceso interno de la homeostasis del colesterol no es capaz de equilibrarlo.

El nivel de colesterol en sangre promedio en China era de 127 mg/dl y en los EE.UU. ascendía a 215 mg/dl. En China había zonas con índices elevados y otros con valores muy reducidos. Uno de los condados registraba un nivel medio de 94 mg/dl y dos grupos de mujeres jóvenes presentaban índices de 80 mg/dl. En los Estados Unidos existía un mito según el cual ¡podían surgir problemas de salud con un colesterol por debajo de los 150 mg/dl!

Los datos de los condados de China presentaban una elevada correlación:

A medida que los niveles de colesterol en sangre bajaban de 170 mg/dl (¡sic!) a 90 mg/dl, disminuía la incidencia de cáncer de hígado, de recto, de colon, de pulmón, tanto en hombres como en mujeres, de mama, de leucemia infantil y adulta, de cáncer cerebral infantil y en adultos, de estómago y de esófago (garganta).

La tasa de mortalidad por enfermedades coronarias era diecisiete veces superior entre los hombres estadounidenses que entre los hombres chinos que vivían en zonas rurales. (P. 87).

Los elevados niveles de colesterol en sangre favorecían la aparición de enfermedades coronarias –esto era algo conocido–, pero también provocaban con frecuencia el desarrollo del cáncer.

Tres reconocidos médicos e investigadores de enfermedades cardíacas, los doctores Bill Castelli, Bill Roberts y Caldwell Esselstyn Jr. (enlace en inglés) confirmaron a Colin Campbell que nunca habían visto que ningún paciente con niveles de colesterol en sangre inferiores a 150 mg/dl falleciera por causa de una enfermedad cardíaca.

Véase en este sentido la publicación sobre colesterol en la Wikipedia. El doctor Castelli fue durante mucho tiempo el director del famoso Estudio del corazón de Framingham (enlace en inglés), del Instituto Nacional de la Salud; el doctor Esselstyn era un prestigioso cirujano de la clínica Cleveland (enlace en inglés), autor de un notable estudio sobre la remisión de las enfermedades cardíacas (…); y el doctor Roberts había sido durante mucho tiempo el editor del periódico médico Cardiology.

Castelli utilizó la técnica de los estudios de cohorte. (P. 88).

Si las grasas saturadas y el colesterol ingeridos a través de la alimentación aumentan levemente los niveles de colesterol en sangre, son las proteínas de origen animal las que lo incrementan fuertemente.

En contraste, los alimentos vegetales de diversas formas ayudan a reducir la cantidad de colesterol producida por el cuerpo.

En las regiones rurales de China, la ingesta de proteínas animales (para el mismo individuo) es de un promedio de solo 7,1 gr/día, mientras que en Estados Unidos la media asciende a nada menos que 70 gr/día.

Pero incluso en China, con una ingesta tan reducida de proteínas, se detectaron las mismas diferencias en las zonas con mayor consumo de alimentos de origen animal, si bien es cierto que muy por debajo de los estándares occidentales.

Cáncer de mama y menarquia precoz

Campbell explica en las páginas siguientes la influencia de las grasas sobre la salud. Describe, desde un punto de vista histórico, los motivos por los que consumimos demasiadas grasas “malas”. Su conclusión es la siguiente: La correlación entre ingesta de grasas e ingesta de proteínas animales supera el 90%. (P. 92).

Las investigaciones del profesor Kenneth K. Carroll (1923-1998), de la Universidad de Ontario Occidental en Canadá (enlace en inglés), revelaron una importante relación entre la grasa presente en la dieta y el cáncer de mama.

Ken Carroll también es conocido por comparar sus hallazgos con los estudios sobre migraciones para demostrar que la herencia genética no era relevante en dichos resultados. Sir Richard Doll y Sir Richard Peto (ambos enlaces en inglés), de la Universidad de Oxford (Reino Unido), elaboraron un informe que concluía que “solo entre un 2 y un 3% de todos los tipos de cáncer podía atribuirse a los genes”. (P. 94).

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El JN, “The Journal of Nutrition”, una institución norteamericana de nutrición, dedica un reconocimiento a Ken (abr.) o Kenneth K. Carrol.

Este profesor colaboró igualmente en la creación de un método para aprender chino, el “ChinesePod”, un sistema de aprendizaje para personas ocupadas, “Chinese learning for busy people”. (Todos los enlaces de este apartado están en inglés).

El porcentaje de grasas en la alimentación de la población china suponía un 14,5 % del total de calorías y variaba según las regiones entre un 6 y un 24 %, en comparación con el promedio norteamericano que ascendía a un 36 %.

Al contrario de lo que sucede en los EE.UU., la industria china (todavía) no se “ocupa” de introducir grasas en los alimentos. La cantidad de grasa de la dieta china procedía casi por completo de los alimentos de origen animal.

Campbell destaca que la menarquía entre las jóvenes chinas se producía entre los 15 y los 19 años, es decir, como media a los 17 años, mientras que en los EE.UU. aparecía ¡a los 11 años!

Se centra en las consecuencias de una menarquía precoz y llega a la conclusión de que las niñas deberían recibir una alimentación con bajos niveles de productos de origen animal, esto es, un consumo de leche y carne lo más reducido posible. La razón es que una menarquía precoz presenta grandes inconvenientes para la salud, una serie de desventajas que el autor documenta en su libro.

A continuación, Campbell hace hincapié en la importancia de la fibra alimentaria. La fibra se encuentra exclusivamente en los alimentos de origen vegetal y se compone de complejas moléculas de hidratos de carbono. Algunas tienen la propiedad de extraer agua del organismo y recogen las sustancias químicas perjudiciales como si fuesen un papel adhesivo. Asimismo, disminuyen la densidad calórica de nuestra alimentación y generan una sensación de saciedad.

Las ventajas de la fibra en la dieta

Denis Parsons Burkitt (enlace en inglés) del Trinity College de Dublín, especialista en medicina tropical, se dedicó fundamentalmente al estudio y publicación de las ventajas de la fibra en la dieta. Recibió, entre otros, el premio Bower Award (enlace en alemán). Ya era algo conocido, desde hace unos 200 años, que una alimentación pobre en fibra conduce a un mayor riesgo de padecer cáncer, sobre todo de mama y de origen intestinal.

La discutida tesis relacionada con la disminución de la absorción de hierro, producida por el consumo de fibra alimentaria, se demostró incorrecta durante el estudio realizado en China. La ingesta de hierro en China resultó extraordinariamente elevada con 34 mg diarios, suministrados por el trigo y el maíz, aunque no por el arroz descascarillado. En los Estados Unidos la media era de 18 mg diarios.

Campbell pasa a comentar el significado de la amplia gama de colores de las frutas y verduras. Estos colores se deben a los antioxidantes y son de enorme importancia para nuestra salud. El autor presenta y explica, de una forma muy sencilla, las relaciones y las causas de que las plantas posean una elevada cantidad de antioxidantes, así como los efectos que producen sobre nosotros.

Consumo de fruta y "la crisis de Atkins"

En este sentido, cita como ejemplos los diferentes carotenoides –de los que existen cientos–, p. ej., el betacaroteno de las calabazas, el licopeno de los tomates y las criptoxantinas y el ácido ascórbico (vitamina C) de las naranjas. Asimismo, enumera las enfermedades que aparecen en las zonas con mayor consumo de productos de origen animal: cáncer de esófago, leucemia, cáncer nasofaríngeo, de mama, de estómago, de hígado, de recto, de colon y de pulmón.

Igualmente menciona el efecto de un elevado consumo de fruta en la disminución de las enfermedades cardiovasculares, las cardiopatías hipertensivas y los ictus, gracias al alto contenido natural en vitamina C de las frutas. (P. 104).

Con el título “La crisis de Atkins”, Campbell lanza una crítica muy bien argumentada contra el Dr. Atkins. Esclarece el sinsentido de la “dieta baja en carbohidratos” que se ha puesto tan de moda. De acuerdo con un informe que resume las estadísticas sobre alimentación del gobierno, los norteamericanos consumieron, en 1997, 5,90 kilos más de grasas y aceites por persona que en el año 1970, por lo que el consumo subió de 23,90 a 29,80 kilos. Debido al enorme incremento de la cantidad total de alimentos consumidos, la parte porcentual ha disminuido levemente. La causa del aumento de dicha cantidad es el consumo de más “comida basura” azucarada.

El autor describe determinados libros sobre nutrición que se han convertido en populares como una grave ignorancia o como un engaño oportunista. Su popularidad se debe a que las personas realmente pierden peso a corto plazo al consumir tanta carne. Algo que no resulta sorprendente si sólo ingieren 1'450 kcal diarias en lugar de las 2'250 habituales.

En un estudio sobre la dieta financiado por el propio Atkins, un 68 % de las personas sufrieron estreñimiento, 63 % problemas respiratorios (en el original en inglés se refiere a "halitosis"), 51% dolores de cabeza, etc. Además, un 53 % de los participantes registraron un aumento considerable de la cantidad de calcio excretada por la orina, lo que puede representar un grave perjuicio para la salud de los huesos.

Igualmente insana es la elevada pérdida inicial de líquidos. Un grupo de investigadores australianos concluyeron lo siguiente: Existen varias complicaciones que pueden estar vinculadas a una ingesta restringida de carbohidratos a largo plazo, entre ellas las arritmias cardíacas, el deterioro de la función contráctil del corazón, la muerte súbita, la osteoporosis, la disfunción renal, un mayor riesgo de contraer cáncer, el deterioro de la actividad física y ciertas irregularidades relacionadas con los lípidos. (P. 108).

En el caso de la dieta Atkins, este afirma que muchos de sus pacientes toman más de treinta píldoras de vitaminas al día.

Campbell cierra el tema Atkins diciendo: Aquí vemos el poder del marketing moderno: un hombre obeso, aquejado de una enfermedad cardíaca y con presión sanguínea alta se convierte en uno de los embaucadores más ricos vendiendo una dieta que promete ayudarte a perder peso, mantener sano tu corazón y normalizar tu tensión sanguínea.

Evidentemente, en la cuestión sobre los hidratos de carbono debe diferenciarse entre los que proceden de la fruta, la verdura y los cereales no refinados, ingeridos en su estado natural, y los carbohidratos simples altamente refinados, que resultan perjudiciales. En los países industrializados, las personas consumen fundamentalmente hidratos de carbono refinados, lo que constituye el principal problema. A lo que se añade la popularidad de la lechuga, una de las verduras más consumidas y con menos nutrientes.

El autor menciona, como los grandes pecados de la alimentación occidental, la comida basura con mucha fructosa, la pasta elaborada con harina refinada, las patatas fritas de bolsa, los refrescos, los cereales azucarados y las barritas de bajo contenido en grasas.

A continuación, Campbell se centra en algunas diferencias entre China y los Estados Unidos como, por ejemplo, que la ingesta media de calorías, por kilogramo de peso corporal, era un 30 % superior entre los chinos menos activos que entre los estadounidenses medios. Sin embargo, el peso corporal era un 20 % inferior.

Describe el motivo por el cual no debe buscarse la explicación en, p. ej., un “metabolismo acelerado”, sino en la diferente composición de la dieta y en una mayor actividad física. Alude, por ejemplo, a que muchos chinos utilizan la bicicleta para ir al trabajo. Lamenta que, a pesar de los hallazgos de El Estudio de China, el gobierno del país recomiende una dieta más rica en proteínas de origen animal para que sus ciudadanos sean más altos y pesados. China apoya la industria de los lácteos y repite los mismos errores de Occidente. (P. 114).

El problema a la hora de estudiar el volumen corporal es también la existencia de la malnutrición extrema, la variedad alimenticia insuficiente, la falta de calidad de los alimentos, las enfermedades parasitarias, las enfermedades infantiles y la tuberculosis. Todo esto se produce cuando las condiciones del sistema sanitario de un país son deficientes.

En El Estudio de China se observó una infección crónica del virus de la hepatitis B (VBH). En algunas regiones, la mitad de la población estaba afectada por este virus, en comparación con el 0,2 – 0,3 % de la población norteamericana. Los índices de cáncer de hígado también eran muy elevados. Esto sucedía en las regiones con mayor consumo de caseína o de carne, ¡al igual que en los ensayos realizados sobre animales!

La conclusión es la siguiente: La caseína y muy probablemente todas las proteínas animales pueden ser las sustancias cancerígenas más importantes que consumimos. (P. 116).

Importante afirmación

Campbell tuvo que enfrentarse con frecuencia a la antigua teoría que defendía que la investigación debe centrarse en sustancias aisladas como, por ejemplo, los efectos del selenio sobre el cáncer de mama. Según su opinión,

todos los nutrientes de los alimentos trabajan en conjunto para crear la salud o la enfermedad. Cuanto más pensamos que una sola sustancia química caracteriza a un alimento en su totalidad, más nos desviamos hacia la idiotez. (P. 118).

Asimismo, es importante la siguiente afirmación: Lamentablemente, también es ‘normal’ padecer una afección cardíaca en Estados Unidos. Con el paso de los años, se han establecido normas que coinciden con lo que vemos en Occidente. Como tendemos a creer que la experiencia norteamericana es la correcta, solemos considerar que sus valores son ‘normales’ . (P. 120).

El autor señala, al final de este capítulo, que dejó de comer carne hace 15 años y que algo más tarde abandonó casi todos los alimentos de origen animal. Sus niveles de colesterol en sangre se han reducido, a pesar de haberse hecho mayor, y se encuentra en mejor forma que cuando tenía 25 años. Ahora pesa 20 kilos menos que cuando tenía 30 años y su peso es el ideal para su altura. Todo esto después de haber sido un niño que bebía dos litros de leche al día y un joven profesional que se burlaba de los vegetarianos, nos confiesa.

Enfermedades asociadas al bienestar económico

En esta segunda parte del libro descubrimos datos específicos sobre algunas de las diferentes enfermedades de la civilización, también denominadas enfermedades del estilo de vida o del progreso. Se refieren a las enfermedades que se desencadenan en los países industrializados debido al estilo de vida, a los comportamientos y a los factores medioambientales. Las conquistas de la civilización, es decir, la mejora en la higiene, el progreso de la medicina en la prevención de las enfermedades (p. ej. vacunaciones) y en las terapias (p. ej. tratamientos antibióticos), así como un acceso seguro a la alimentación, son el aspecto positivo de la civilización actual en relación con la salud.

2.5. Corazones rotos (p. 127)

Campbell nos recuerda que cada día 3'000 estadounidenses sufren un ataque cardíaco, casi el mismo número de personas que fallecieron en los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en el World Trade Center, WTC, (p. 127).

Enfermedades cardíacas

En la página 141 añade que diariamente fallecen 2'000 personas en los Estados Unidos debido a afecciones cardíacas. Se trata de datos del instituto National Heart, Lung, and Blood Institute (enlace en inglés) en “Morbidity and Mortality: 2002 Chart Book on Cardiovascular, Lung, and Blood Diseases”.

En 1953, al final de la guerra de Corea, se publicó un estudio realizado por investigadores médicos que habían examinado el corazón de 300 de los soldados fallecidos. Estos tenían una media de edad de 22 años y en un 77,3 % de los casos presentaban claras evidencias de enfermedades cardíacas. Nunca se les había diagnosticado, o habían sufrido, ningún problema cardíaco.

El autor explica a continuación las relaciones entre la placa arterial (arteriosclerosis) y las ramas colaterales que forma el cuerpo para mantener en la medida de lo posible el flujo sanguíneo. Unos 15 corazones de los citados soldados tenían tanta placa acumulada que había obstruido el 90% de al menos una de sus arterias. Sin embargo, no es frecuente que una acumulación tan elevada produzca un ataque al corazón, más peligrosas son las que ocluyen menos de un 50 % de la arteria. En estos casos, la cápsula de las placas puede romperse y producir trombos. (P. 129).

Posteriormente, Campbell presenta datos del importante "Estudio del corazón de Framingham". Los investigadores observaron que en los hombres con niveles de colesterol superiores a 244 mg/dl la incidencia de la enfermedad cardíaca coronaria era más de tres veces superior que en los casos con niveles inferiores a 210 mg/dl.

Los hombres con niveles de colesterol > 244 mg / dl tienen tres veces más ataques al corazon© CC0, Wikipedia, Jakov/Yaddah, Wikipedia

Colesterol y enfermedades cardíacas

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Los valores se obtienen mediante un perfil lipídico (lípidos). Los resultados se expresan en mmol/L. El colesterol (CT) debe ser <5.0, los triglicéridos (TG) <2.0 y el colesterol-HDL (HDL-C) >1.0. HDL se refiere a "High Density Lipoprotein" (lipoproteína de alta densidad).

Para el colesterol total, LDL o HDL, 100 mg/dl corresponden a 2,6 mmol/l, o al contrario, 1 mmol/l a 39 mg/dl. Para los triglicéridos, el cálculo es 100 mg/dl corresponden a 1,1 mmol/l ó 1 mmol/l corresponden a 88 mg/dl.

Se sabe desde hace tiempo que, por ejemplo, los hombres de origen japonés que residen en Hawái o California presentan unos niveles de colesterol en sangre mucho más elevados que aquellos que viven en Japón. En 1946, el doctor en medicina Lester Morrison, de Los Ángeles, realizó un estudio sobre más de 100 personas que habían sobrevivido a un infarto.

El médico indicó a la mitad de ellos que mantuvieran su dieta habitual y pidió a la otra mitad que redujera considerablemente su consumo de carne. Transcurridos ocho años, vivía aún un 24 % del primer grupo y un 56 % del segundo. Al cabo de doce años, todos los del primer grupo habían fallecido, mientras que del otro sobrevivía el 38 %.

Otro equipo de investigadores en el norte de California efectuó un estudio similar con un mayor número de personas que padecían enfermedades cardiovasculares avanzadas. Les fue administrada una dieta muy baja en grasas y colesterol. El índice de mortalidad de aquellos pacientes que siguieron la dieta fue cuatro veces inferior al de aquellos que decidieron no adoptarla.

El resultado de diferentes estudios refleja que consumir proteínas vegetales es aún más eficaz para reducir los niveles de colesterol que disminuir la ingesta de alimentos ricos en grasa o en colesterol.

La batalla entre los defensores del estatus quo y los defensores de la prevención mediante un mayor conocimiento de los efectos de la alimentación continúa. Se sigue utilizando la cirugía y los medicamentos. Evidentemente son necesarios, pero ¿y la prevención? Durante decenas de años, el “establishment” no sólo no ha aplicado los nuevos hallazgos en el campo de la nutrición, sino que además los ha negado.

Nuevos hallazgos en el campo de la nutrición

Y esto ocurre a pesar de estudios tan relevantes como los del Dr. Caldwell B. Esselstyn Jr. en el centro médico para afecciones cardíacas de Cleveland. En el año 1985, el doctor comenzó un estudio con 18 pacientes que, entre todos, habían sufrido 49 eventos coronarios, como anginas de pecho, baipases, infartos agudos de miocardio, derrames cerebrales y angioplastias. Al inicio de la investigación, el nivel medio de colesterol era de 246 mg/dl. Esselstyn se reunía con sus pacientes cada 14 días para hacerles análisis de sangre y otras pruebas, así como para conversar con ellos sobre el proceso. Pronto, el nivel medio de colesterol se redujo a 132 mg/dl. Y, sobre todo, los niveles del colesterol LDL descendieron radicalmente.

Durante los once años siguientes, solo se produjo 1 evento coronario entre los 18 pacientes que seguían la dieta. Este único evento le ocurrió a un paciente que abandonó la dieta durante dos años. Después de cambiar su alimentación, experimentó dolor de pecho (angina) y decidió retomar la saludable dieta vegetariana. Desde entonces no volvió a padecer más episodios.

El 70 % de los pacientes de Esselstyn se habían sometido a una operación para abrir las arterias que tenían obstruidas. Campbell incluye una imagen (angiografía) de la arteria coronaria con estenosis (estrechamiento) de un paciente, antes y después de adoptar el programa de alimentación vegetariana. La imagen muestra diferencias muy evidentes. (P. 147).

De los 18 pacientes que participaron en el citado estudio durante 17 años, vivían, en el año 2003, todos menos uno y estaban a punto de cumplir los setenta y los ochenta años.

El Dr. Dean Ornish (enlace en inglés), graduado en la facultad de medicina de Harvard, obtuvo resultados similares en sus investigaciones. En su estudio sobre el estilo de vida “Lifestyle Heart Trial” sometió a 28 pacientes a un cambio de dieta que excluía el consumo de alimentos de origen animal, salvo una clara de huevo y una taza de leche o un yogur desnatados al día. Paralelamente, debían practicar una hora semanal de métodos para controlar el estrés y tres horas semanales de ejercicio físico.

Al cabo de un año, el índice de colesterol disminuyó de los 227 mg/dl iniciales a 172 mg/dl y el colesterol LDL de 152 mg/dl a 95 mg/dl. La frecuencia, duración y gravedad de sus dolores de pecho (angina de pecho) se redujeron notablemente. No todos los participantes siguieron el programa tan estrictamente, pero los que sí lo hicieron pudieron comprobar que las obstrucciones de sus arterias habían disminuido en más de un 4 %. El grupo de control que recibió los cuidados convencionales pudo observar un aumento de un 8 % de sus bloqueos arteriales.

En el grupo experimental la frecuencia del dolor de pecho disminuyó en un 91% y en el de control empeoró en un 165 %. (P. 149).

Desde 1998, casi 200 personas han participado en el Proyecto del Estilo de Vida y los resultados han sido espectaculares. Tras un año de tratamiento, el 65% de los pacientes se libraron del dolor de pecho. Y, además, el efecto fue duradero. Al cabo de tres años, el síntoma no volvió a manifestarse en más del 60% de ellos.

Campbell señala que el 35 % de los infartos se producen en los Estados Unidos en personas con unos índices de colesterol entre los 150 y 200 mg/dl. Esto significa, por otro lado, que el 65 % de los pacientes presenta unos valores superiores a 200 mg/dl, es decir, que sobrepasan los 5,2 mmol/l. Un nivel de colesterol realmente seguro se situaría por debajo de los 150 mg/dl ó 3,9 mmol/l. Las grasas no deben suponer tampoco más del 10 % de la ingesta total de calorías.

2.6. La obesidad (p. 154)

El siguiente problema de nuestra forma de alimentación occidental es el aumento de peso. Para un IMC superior a 25 se habla de sobrepeso y cuando es superior a 30 de obesidad. En los Estados Unidos, aproximadamente un 15 % de los niños y jóvenes entre los 6 y los 19 años tienen sobrepeso y otro 15 % corre el riesgo de padecer este problema.

Campbell describe las consecuencias entre los adultos. Igualmente indica que el coste de los tratamientos ascendió en el año 1999 a 70'000 millones de dólares y en el año 2000 a 100'000 millones. En estos importes no se incluyen los 30'000-40'000 millones de dólares destinados a la prevención.

Los vegetarianos y los veganos pesaban de media entre 3 y 14 kilos menos

Pone de relieve que, en los estudios realizados, los vegetarianos y los veganos pesaban de media entre 3 y 14 kilos menos. En un estudio de intervención independiente se recomendó a los participantes que consumieran la cantidad de alimentos de origen vegetal integrales que quisieran con la condición de que fuesen bajos en grasas. En tres semanas habían perdido una media de 7,7 kilos. En el Centro Pritkin, los 4'500 pacientes obtuvieron resultados similares. Perdieron un 5,5 % de su peso corporal al cabo de tres semanas. (P. 158).

Otro estudio de intervención muestra un resultado de 11 kilos de pérdida de peso en un año. Sin embargo, no se logra adelgazar con estas dietas cuando se incluyen demasiadas golosinas, pasta, etc.

El autor indica lo siguiente: Algunos se hacen vegetarianos, pero reemplazan la carne por productos lácteos, aceites añadidos y carbohidratos refinados, incluyendo pasta hecha con cereales refinados, golosinas y pasteles. A dichas personas las denomino “vegetarianos de comida basura”, porque su dieta no es nutritiva ni equilibrada. (P. 159).

En este contexto menciona también la actividad física regular. Además, en relación con la termogénesis, es decir, la producción de calor corporal, resalta que el metabolismo de los vegetarianos quema más calorías en estado de reposo. En cambio, no comenta nada sobre el consumo de energía durante la digestión de quienes practican una dieta vegetariana de forma natural.

2.7. La diabetes (p. 165)

Un gráfico de H. P. Himsworth nos ilustra las diferencias entre las distintas dietas y los fallecimientos debidos a la diabetes en varios países y hacia el año 1925, cuando aún no existían los medios actuales. Se demuestra claramente que cuanto mayor es la ingesta de carbohidratos, menos grasas se consumen, y el número de muertes por diabetes se desploma desde un valor de 20,4 hasta 2,9 por cada 100'000 personas.

Diabetes de tipo 1 y diabetes de tipo 2

El autor explica la diferencia entre la diabetes de tipo 1, en la que el cuerpo no produce la cantidad adecuada de insulina, y la diabetes de tipo 2, en la que se produce insulina pero las células no la utilizan debidamente. La expresión que se utiliza en este contexto es la resistencia insulínica. El tributo económico de la diabetes (enfermedad del azúcar en sangre) supone un coste de 130.000 millones de dólares anuales en los Estados Unidos.

A continuación, Campbell pasa a describir las complicaciones de la diabetes, como el riesgo de muerte por enfermedad cardiovascular y derrame cerebral -que es de dos a cuatro veces mayor- la alta presión arterial, la ceguera, las enfermedades renales y del sistema nervioso, la mayor vulnerabilidad a otras enfermedades, etc. El 70 % de los diabéticos padece hipertensión.

Campbell menciona varios estudios que apuntan en la misma dirección:

Con un menor consumo de alimentos de origen animal hay una menor incidencia de la diabetes.

Se trata de una consecuencia difícil de admitir. Las investigaciones realizadas en Inglaterra y Gales, durante los años de la guerra y justo después, es decir, de 1940 a 1950, mostraron el mismo patrón: un descenso radical del consumo de productos de origen animal y una reducción paralela de la incidencia de la diabetes.

Investigaciones intervencionistas

James Anderson realizó una serie de investigaciones intervencionistas en las que aplicaba únicamente medidas que afectaban a la alimentación. Analizó a 25 pacientes con diabetes de tipo 1 y a otros 25 afectados por el tipo 2 de la enfermedad. Todos ellos se inyectaban insulina. ¡Pasadas tres semanas exactas, los pacientes diabéticos de tipo 1 fueron capaces de reducir su medicación con insulina en una media del 40 %!. Asimismo, los niveles de colesterol descendieron en un 30 %. (P. 173).

En el caso de los 25 diabéticos de tipo 2, que ingirieron la dieta rica en fibra y de bajo contenido en grasa, ¡24 pudieron prescindir de su medicación y mantuvieron los valores normales!

Entre ellos había un hombre que llevaba padeciendo la enfermedad 21 años y que necesitaba 35 unidades diarias de insulina.

También en el Centro Pritkin se obtuvieron resultados similares. De los 40 pacientes que se medicaban al principio del programa, 30 pudieron abandonar la medicación al cabo de sólo 26 días sin superar los índices considerados normales (en el original en inglés se refiere a "34" pacientes y no a "30").

Una investigación posterior estudió a tres grupos de personas que presentaban elevados niveles de azúcar en sangre y que corrían el riesgo de padecer diabetes. Uno de los grupos recibió metformina e información nutricional estándar. En otro grupo se realizó una intervención intensiva en su estilo de vida, que incluía además un programa de ejercicio físico.

Al cabo de tres años, el grupo de la metformina registró un 31% menos de casos de diabetes que el grupo de control, que solamente había recibido un placebo y una información nutricional estándar.

El grupo en el que se había modificado el estilo de vida presentó un 58 % menos de incidencia de la diabetes. Más aún, los pacientes de este grupo pudieron resolver también otros problemas de salud.

Repollo de mostaza, rico en vitaminas y espinacas con champiñones y tofu© CC-by 2.0, Fundación Salud y Alimentación Suiza, Wikipedia, Magnus Manske, ProkenSphere

2.8. Los tipos más comunes de cáncer: cáncer de mama, de próstata y de intestino grueso (colon y recto) (p. 177)

Campbell se centra en primer lugar en el cáncer de mama y menciona los factores genéticos de riesgo BRCA-1 y BRCA-2, así como la influencia mayor de los factores relacionados con el estilo de vida. Señala que puede ocurrir que una detección temprana de la enfermedad lleve a un incremento de la esperanza de vida solamente porque el cáncer se ha descubierto antes.

Indica la existencia de algunos estudios que defienden que la aplicación del fármaco antiestrógenos "TAM" puede disminuir la aparición del cáncer de mama. En cambio, las investigaciones europeas han rechazado que el "TAM pueda presentar beneficios estadísticamente significativos y, por el contrario, mencionan incluso riesgos de derrame cerebral, cáncer uterino, cataratas, trombosis y tromboembolismo pulmonar.

Cuestiones relacionadas con el riesgo de padecer cáncer de mama

Un cambio incluso moderado en la forma de alimentación puede producir grandes beneficios: El uso de la dieta como tratamiento efectivo para una enfermedad que ya ha sido diagnosticada está perfectamente documentado en estudios realizados con personas que padecían una dolencia cardíaca avanzada, una diabetes de tipo 2 comprobada clínicamente, un melanoma avanzado (un cáncer de piel que es mortal), así como también, en estudios con animales de laboratorio, un cáncer de hígado.

Algunas sustancias químicas que son nocivas para el medio ambiente, como los hidrocarburos aromáticos policíclicos (HAP), pueden ser metabolizadas y excretadas por nuestro cuerpo, pero esto se regula mucho mejor a través de los alimentos que ingerimos. Una adecuada composición de nuestra dieta impide que los HAP se unan al ADN y resulten perjudiciales. (P. 187).

El autor describe diferentes cuestiones relacionadas con el riesgo de padecer cáncer de mama y menciona también el tema de la terapia de sustitución hormonal (TSH). Según su opinión, que argumenta mediante cinco razones fundamentales, dicha terapia resulta más perjudicial que beneficiosa.

Por otro lado, se sabe desde hace tiempo que la incidencia de cáncer colorrectal, que incluye el de colon y el de recto, varía considerablemente entre los distintos países. Antes se consideraba que las razones eran las diferencias genéticas. Ahora, la ciencia reconoce que el estilo de vida es crucial. "El Estudio de China" también lo demuestra claramente.

La gran relación existente entre el cáncer colorrectal y el consumo de carne

Hace 30 años se realizó un amplio estudio en 32 países (Ferlay J., Bray F., Pisani P. y otros) que determinaron la gran relación existente entre el cáncer colorrectal y el consumo de carne. Denis Parsons Burkitt (enlace en inglés) considera además que la ingesta de una cantidad adecuada de fibra alimentaria es esencial para el tracto digestivo. La fibra solamente se encuentra en los alimentos de origen vegetal (p. 193) y más escasamente en los productos fabricados con dichos vegetales.

El autor menciona los hallazgos de diferentes investigaciones, entre ellas el Estudio EPIC, European Prospective Investigation into Cancer and Nutrition (enlace en inglés), realizado con datos de 519'000 personas de toda Europa, así como el estudio efectuado sobre los sudafricanos blancos. Consumir verduras de hoja y de fruto es altamente beneficioso, la parte de las raíces lo es menos y los alimentos de origen animal son en gran medida perjudiciales.

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Resulta sorprendente para la Wikipedia en alemán:

“Los participantes con un elevado IMC, en comparación con aquellos que presentaban un IMC medio, fallecían con mayor frecuencia debido al cáncer o a enfermedades cardiovasculares. Los participantes en los estudios con un IMC reducido fallecían más frecuentemente debido a enfermedades respiratorias”. (…)

“Rohrman y otros publicaron en marzo de 2013 un análisis de los datos del EPIC que investigaba la relación entre el consumo de carne roja, preparados cárnicos y aves, y el riesgo de una muerte prematura. Los investigadores valoraron los datos de un total de 448'568 hombres y mujeres que, al inicio del estudio, no padecían cáncer ni habían sufrido ictus ni infartos de miocardio. Para todos los participantes se conocían sus formas de alimentación, su actividad física, si eran o no fumadores y su índice de masa corporal. Cuando comenzó el estudio, todos los participantes tenían edades comprendidas entre los 35 y los 69 años. Eran originarios de 10 países distintos de Europa y fueron analizados durante una media de 12,7 años. En este periodo de tiempo fallecieron 26'344 participantes. Los análisis demostraron que un elevado consumo de preparados cárnicos (p. ej. salchichas) presentaba una correlación estadísticamente relevante con unas mayores tasas de mortalidad: los participantes que ingerían más de 160 gramos diarios de preparados cárnicos tenían un riesgo un 44 % mayor de fallecer durante la duración del estudio que los participantes que sólo consumían unos 20 gramos diarios”. (…)

"La recomendación que se hizo popular hace unos años sobre el consumo de “5 frutas y verduras al día” (enlace en inglés) se basa en presuposiciones políticas de salud deseables, pero carecen de una base científica”. En efecto, lo mismo dice el profesor Dr. Campbell, siempre que el consumo de carne continúe cubriendo más de un 10 % de la ingesta de proteínas.

Igualmente se investigaron otros factores de riesgo. Se afirma que el calcio inhibe el desarrollo de las células peligrosas en el colon y que se une a los ácidos biliares en el intestino.

Se trata de una afirmación que el sector lácteo utiliza gustosamente para defender el consumo de leche como algo necesario.

La realidad es la siguiente: Los índices más elevados de cáncer colorrectal se observan en regiones del mundo donde se consume más calcio, es decir, Europa y América del Norte. Asimismo, el ejercicio físico proporciona una protección adicional. (P. 198).

El autor recomienda someterse a colonoscopias a partir de los 50 años de edad y en pacientes con riesgo a partir de los 40 años, con una frecuencia de una colonoscopia cada cinco o diez años. La predisposición genética de padecer un cáncer colorrectal es de un 1-3 %, sin embargo tiende a manifestarse más en unas familias que en otras, que es también donde se dan hábitos alimenticios similares.

En relación con el cáncer de próstata, el autor explica que aproximadamente la mitad de los hombres mayores de 70 años lo padecen de forma latente. Sin embargo, solamente un 7 % de los pacientes a los que se les diagnostica un cáncer fallecen en el plazo de cinco años.

Los hombres con mayores niveles de consumo de productos lácteos tenían un riesgo multiplicado por cuatro de sufrir metástasis o un cáncer de próstata

Considera demostrado que la alimentación desempeña un papel primordial en el desarrollo o en la no aparición del cáncer de próstata. Lo sorprendente es que uno de los vínculos más concordantes entre la dieta y el cáncer de próstata es el consumo de productos lácteos. Una revisión de investigaciones realizada en Harvard en 2001 no pudo ser más concluyente. (P. 201).

Los hombres con mayores niveles de consumo de productos lácteos tenían un riesgo multiplicado por cuatro de sufrir metástasis o un cáncer de próstata con consecuencias fatales, en comparación con aquellos que consumían pocos de lácteos. La ingesta de productos lácteos es uno de los indicadores nutricionales más concordantes para el cáncer de próstata en toda la literatura científica publicada.

Campbell indica que la causa radica fundamentalmente en la hormona del crecimiento IGF-1. En condiciones poco saludables, aumenta directamente la formación y el crecimiento de células nuevas. En este sentido, hace referencia a siete estudios realizados.

Un elevado nivel de IGF-1 y un bajo nivel en sangre de una proteína que se asocia a dicha hormona provocan un riesgo 9,5 superior de sufrir la enfermedad en un estado avanzado. Según demuestran varios estudios, nuestro cuerpo produce más IGF-1 cuando ingerimos más alimentos de origen animal, como carne y productos lácteos.

La proteína de origen animal también bloquea la producción de la vitamina D en nuestro cuerpo, al igual que lo hace el calcio de la leche.

El autor concluye mencionando lo siguiente: La enorme cantidad de profesionales de la nutrición, investigadores y médicos que existe o bien no ha tomado conciencia de esta evidencia o se niega a compartirla. Debido a estas fallas… se priva a las personas de una información que podría salvarles la vida.

2.9. Las enfermedades autoinmunes (p. 207)

En las enfermedades autoinmunes es el propio cuerpo el que se ataca a sí mismo de forma sistemática. Son enfermedades difíciles de tratar y que tienen como consecuencia una pérdida progresiva de las funciones físicas y mentales. Enumera 17 enfermedades autoinmunes, entre estas, la esclerosis múltiple (EM), la diabetes de tipo 1, la artritis reumatoide, las enfermedades del tiroides (como la enfermedad de Graves-Basedow), el vitíligo (despigmentación de la piel), la anemia perniciosa como consecuencia de una gastritis de tipo A, etc.

El autor compara nuestro sistema inmunitario con una red militar, no con un órgano del cuerpo, y explica cuáles son las diferentes células que actúan y su funcionamiento. En la médula ósea se producen células madre que liberan glóbulos blancos (leucocitos), denominados linfocitos B (de “bones”, huesos). Otras células inmaduras se desplazan a la glándula timo en donde se convierten en células especializadas según sea preciso. Estas se denominan linfocitos T. Los invasores extraños son moléculas de proteína llamadas antígenos, p. ej., virus o bacterias. El cuerpo crea una “imagen especular” que es capaz de adecuarse perfectamente al antígeno y destruirlo. Esta imagen o molde es un receptor celular.

Durante el proceso de la digestión, por ejemplo, algunas proteínas pasan del intestino al flujo sanguíneo sin haber sido completamente descompuestas en sus fracciones de aminoácidos”. (…) “La leche de vaca es uno de los alimentos que contienen muchas de las proteínas extrañas que se asemejan a nuestras propias proteínas. (P. 211).

La diabetes de tipo 1

En relación con la diabetes de tipo 1, Campbell indica que la mayoría de la gente ignora que existen muchas evidencias científicas que permiten afirmar que esta enfermedad está asociada a la dieta, y más específicamente a los productos lácteos. La capacidad de la proteína presente en la leche de vaca para desencadenar la diabetes tipo 1 está muy bien documentada. Y cita como referencia tres estudios realizados sobre este efecto pernicioso de la leche.

El autor explica en ocho pasos lo que puede sucederle a un bebé que no haya recibido leche materna durante el tiempo suficiente y que se alimente con la proteína obtenida de la leche de vaca. En este sentido cita de una de las investigaciones lo siguiente: La leche de vaca puede ser la causa de una de las enfermedades más devastadoras que puede padecer un niño. (P. 212).

Un estudio del año 1992 demostró que una proteína de la leche de vaca denominada BSA, albúmina de suero bovino, que no había sido digerida completamente, elevaba los niveles de anticuerpos por encima de 3,55 en el caso de niños con diabetes de tipo 1. El resto de los niños presentaba niveles inferiores. Por otro lado, en la Wikipedia, en inglés y en español, aparece referenciado el término BSA, no así en alemán: ¿se trata de la influencia de la industria láctea?

Campbell señala que los genes no actúan de forma aislada, sino que necesitan un desencadenante para que puedan desarrollar sus efectos. Esto se ha demostrado en diferentes investigaciones realizadas sobre gemelos monocigóticos.

La ingesta de leche de vaca entre niños de cero a dieciséis años de edad de doce países revela una correlación casi perfecta con la diabetes tipo 1. Cuanto mayor es el consumo de leche de vaca, mayor es la incidencia de la diabetes tipo 1. En Finlandia, donde se ingieren enormes cantidades de leche de vaca, mayor es la incidencia de la diabetes tipo 1. (P. 215).

Dos conocidos estudios que se llevaron a cabo en Finlandia, a finales de 1980 y a mediados de 1990 respectivamente, también lo demuestran. El primer estudio científico concluye que el consumo de leche de vaca aumenta el riesgo de sufrir diabetes tipo 1 entre cinco y seis veces. En el segundo estudio se observó que la leche de vaca aumenta el desarrollo de al menos tres anticuerpos adicionales, además de los que ya se han presentado anteriormente en el libro. (P. 217).

El autor incluye numerosas pruebas y ejemplos que demuestran de modo muy claro y significativo la relación existente entre el consumo de leche y derivados lácteos y las diferentes enfermedades. Reconoce, sin embargo, que la industria no va a permitir que estos conocimientos tengan efectos prácticos en las consultas de los médicos. Esto generaría un problema existencial para el sector industrial, y los presupuestos gigantescos para relaciones públicas, marketing e influencias directas hacen posible que esto no ocurra. Y, en estas circunstancias, la incidencia de la diabetes de tipo 1 se incrementa en un 3 % al año. (P. 216).

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Por cierto, al igual que una poderosa industria logró que se silenciara, mediante controversias y durante décadas, la nocividad del tabaco, hoy en día es la industria de la alimentación y de los lácteos la que actúa del mismo modo y con éxito.

Ha aprendido de la guerra cómo encubrirse o cómo camuflar completamente las fuentes de peligro. Se multiplican los estudios que se presentan de un modo que parecen reflejar lo contrario de lo que realmente dicen.

Con el poder de las técnicas de marketing, a los medios de comunicación les resulta fácil extender dichos resultados, mientras que los estudios serios se conocen en los ámbitos científicos pero rara vez llegan a la política o a los consumidores. ¿Cómo podrían hacerlo?

La esclerosis múltiple

A continuación podemos leer sobre la esclerosis múltiple (EM; en inglés MS). El autor nos explica sus efectos, así como que se trata de une enfermedad que afecta 100 veces más en los países del Norte que en el Ecuador. Roy Swank fue el primer investigador conocido que analizó la influencia de la alimentación en la aparición de la EM, comenzando sus estudios en Noruega y en el Instituto Neurológico de Montreal.

Swank llevó a cabo sus ensayos con 144 pacientes y realizó su seguimiento durante 34 años. En 1990 publico los siguientes resultados: En el subgrupo de pacientes que habían reducido el consumo de grasas saturadas durante los estadios tempranos de su enfermedad, alrededor del 95 % (…) siguió padeciendo síntomas leves de EM durante aproximadamente 30 años, y el porcentaje de fallecidos fue de apenas un 5 %. En contraste, el 80 % de los pacientes que padecían esclerosis múltiple en un estadio temprano y consumieron la dieta “negativa” (con mayor contenido en grasas saturadas) murieron a causa de la enfermedad.

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Tampoco la Wikipedia se hace eco sobre las experiencias con pacientes que consumieron cantidades reducidas de proteínas de origen animal (en su versión en español, menciona la dieta como tratamiento alternativo, pero añade que no ha sido estudiado científicamente). Sin embargo, los resultados de la dieta son mejores que los obtenidos con fármacos, pero como es algo que no cuesta dinero tampoco hay lobbies.

Las diferentes formas de esclerosis múltiple (MS) como un diagrama.© Public Domain, Vhancer, Википедия

Más recientemente, numerosos estudios han confirmado las observaciones de Swank. Si se tratase de un medicamento, ya existiría alguna empresa ganando miles de millones –opina Campbell. Asimismo se refiere al doctor James Anderson, ya mencionado en un capítulo anterior, que logró resultados excelentes mediante la aplicación de una terapia nutricional.

Igualmente se descubrió que la prevalencia de la EM era menor en las zonas costeras del Norte, lugares en donde se consume mucho pescado, lo que llevó a estudiar el efecto de las grasas omega 3. Curiosamente, casi nunca se menciona que el consumo de productos lácteos también es mucho menor en dichas zonas.

Las páginas web relacionadas con la ayuda para la EM no mencionan que los productos lácteos son el mayor de los problemas de los pacientes aquejados de EM…

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